Almacén F-1

Presente, pasado y futuro del deporte del motor

G.P. de Azerbaiyán 2017: punto de inflexión.

Bakú, el circuito urbano que es una conjunción casi surrealista de tipologías de trazados, era el lugar en el que continuaría el camino hacia el título mundial de los dos contendientes principales, Sebastian Vettel y Lewis Hamilton. Sería el primer Gran Premio de Azerbaiyán de F1 de la historia, pero el segundo en disputarse en el asfalto de la ciudad, porque el año pasado tuvo el título de GP de Europa.

Las dudas deberían haber asaltado a Hamilton, porque aquí, el año pasado, tuvo uno de los peores fines de semana del año tras un error en la clasificación. Más aún, porque en un circuito urbano el Mercedes le había dado quebraderos de cabeza: Mónaco. Y aunque Bakú no es Mónaco, porque es un circuito rápido pese a ser urbano, la duda flotaba en el aire, especialmente en el aspecto de hacer funcionar los neumáticos. En principio, los Ferrari deberían haber llevado la delantera.

Las dos primeras sesiones de entrenamientos libres dejaban en realidad un mar de preguntas a todos los equipos. La pista era resbaladiza como el hielo, y las visitas a las escapatorias fueron generalizadas. Otros, como Sergio Pérez y Jolyon Palmer, irían más allá y probarían la dureza de la curva ocho, esa ridiculez estrecha que no cumple con la normativa de anchura de pista de la FIA, y aunque se puede debatir que en Mónaco tampoco, la gran diferencia es que este es un circuito nuevo. De hecho, los comisarios se vieron en la necesidad de modificar el piano interior de la curva para tratar de hacerla más segura. ¿Cambio en el futuro?. No hay espacio para nada.

Max Verstappen, en las dos sesiones, se anunciaba como un serio candidato en esta carrera, ambos Red Bull en su conjunto, mientras que Ferrari mostraba un paso más firme en ritmo de carrera, y Lewis Hamilton estaba perdido: en la segunda sesión, había quedado a 1’1 segundos del mejor tiempo, pero su compañero estaba segundo a una décima de distancia. ¿Otro Mónaco?. Peor estaba McLaren, o Alonso en concreto, que rompía el enésimo motor de su coche a falta de 30 minutos para acabar los entrenamientos, lo que supondría sumar más penalizaciones a las que ya traían ambos monoplazas por estrenar el motor evolucionado de Honda: el sábado se sabría que eran 40 puestos para el bicampeón del mundo, y 30 para Stoffel Vandoorne.

El sábado, la tercera sesión cambió el panorama. La pista seguía siendo un problema, las temperaturas de los neumáticos un quebradero de cabeza irresoluble, pero en esa sesión, Lewis empezó a enseñar sus cartas. No, era superado por Bottas y Räikkönen, pero ni rastro de esas distancias del día anterior. El problema había pasado al lado del Ferrari nº 5, que con un problema de motor tenía que utilizar una unidad antigua y muy usada, algo nada esperanzador en un lugar con dos kilómetros de pista a fondo. La tendencia de Canadá, con una Mercedes más fuerte, parecía cobrar valor. Mientras tanto, Max Verstappen, que a 30 segundos del final de la segunda sesión había chocado, se encontraba con un problema de motor al final de la tercera sesión. El holandés estaba siendo rápido y preciso en la pista, pero la sombra de la fiabilidad le cercaba en el peor momento posible.

En el momento de iniciar la sesión de clasificación, ningún equipo era capaz de obtener el tiempo en la primera vuelta lanzada. Fue una primera sesión atípica, con todos los coches en pista quemando gasolina con los neumáticos superblandos, pero mejorando tiempos progresivamente: era más influyente el aligeramiento de peso que la degradación de los neumáticos, que entraban en calor muy tarde y apenas se degradaban. Eso dejó a Hamilton líder, los Red Bull en con los Ferrari, y a éstos muy lejos. Más lejos, aunque importase poco por las sanciones, un Fernando Alonso que por primera vez este año no pasaba a la segunda sesión de clasificación, dato llamativo pero que corroboraba las impresiones del asturiano de encontrarse en un circuito muy adverso para su coche.

La segunda sesión fue más de lo mismo. Vueltas y más vueltas en un trazado con muchas sombras al que el calor ambiental no imprimía temperatura, y dejaba a los neumáticos impertérritos frente a todo intento de aumentar su temperatura, y, por ende, su agarre. Sólo había que ver a un Felipe Massa en modo Gilles Villeneuve durante toda una vuelta, a punto de perder el coche, pero sujetándolo deliciosamente. En toda esa inconsistencia, la referencia era todavía Hamilton, que con un tiempo de 1’41″275 dejaba a tres décimas a su compañero Bottas, pero a siete a Vettel. Lewis estaba en su salsa en un ambiente resbaladizo, mientras que Carlos Sainz no lograba pasar a la última ronda, pero sí que lo hacía un sólido Lance Stroll. Mercedes, Ferrari, Red Bull, Force India y Williams, con todos sus pilotos en la tercera sesión, quizás una fotografía del nivel de rendimiento actual, aunque en una pista muy particular.

Y llegó la tercera y definitiva sesión. Valtteri Bottas marcó inicialmente el mejor tiempo, pero cuando Hamilton venía para superarlo, un error al final de la vuelta le hizo perder la oportunidad. Por su parte, los Ferrari estaban superados por Verstappen, y el panorama no era positivo. Todo se complicó cuando Daniel Ricciardo tocó uno de los muros y se quedó en mitad de la pista. La bandera roja era un problema para todos. ¿Cómo iban a calentar los neumáticos en los 3’33 minutos que quedaban?. Pero entonces, surgió un espectáculo de equilibrio y velocidad muy difícil de volver a contemplar jamás. Lewis Hamilton, en una pista que jamás iba a entregar agarre, con unos neumáticos fríos, con un solo intento para lograr arrebatar la pole a su compañero, se puso el traje de piloto imperial que a veces gusta vestir para desmoralizar a toda la concurrencia. Rápido, firme, sin dejar espacio en los muros. Un hombre en una misión que arrojó un golpe demoledor para todos: 1’40’’593, único piloto en bajar de los 41’’ de toda la parrilla. ¿Bottas?. A 0’434 segundos. ¿Los Ferrari?. Räikkönen a 1’100 y Vettel a 1’248, pero al menos salvando el envite con la segunda línea de parrilla. Esa vuelta de Hamilton, en ese día, en esas circunstancias, es una de las más bonitas que se han visto en las últimas décadas en una clasificación.

DOMINGO: CARRERA

Pero la carrera se disputa el domingo, y el ritmo de los Ferrari podría ser una amenaza, y para éstos, los Red Bull, especialmente el de Verstappen que salía quinto, podrían ser incómodos. El problema es que la crónica ausencia de agarre seguía haciendo suya la pista de Bakú, como comprobó Lewis Hamilton camino de la parrilla de salida al salirse por una escapatoria. Nadie en su sano juicio querría usar un neumático que no fuese el superblando, pero había que hacerlo, y Vandoorne, Ericsson y Grosjean decidieron llevar la contraria y empezar con el blando.

Cuando se apagaron los semáforos, Hamilton salió sin problemas, pero Bottas –que había encarado su coche hacia Lewis en la posición de parrilla– tuvo algo más de patinaje, lo que fue aprovechado por los dos Ferrari para atacar al finlandés. Vettel y Räikkönen casi se tocan en la primera curva, pero se mantuvieron las posiciones de salida, con Kimi atacando a Valtteri camino de la segunda curva, por el exterior. La posición era del Ferrari, pero el Mercedes no cedió en el poco espacio que un asfixiante Kimi dejó a su compatriota, y el toque fue inevitable, con Bottas llevándose la peor parte con un pinchazo mientras Kimi tenía roto un deflector, y con Vettel superando a ambos gracias a sus reflejos para evitar lo que podría haber sido una melée como la que se vio el sábado en la primera carrera de la F2.

Tampoco le fue bien a Carlos Sainz, que tuvo que evitar la encendida vuelta de su compañero Daniil Kvyat a pista tras una pequeña excursión por la escapatoria de la curva 1. El español realizó una maniobra evasiva que culminó en un trompo, y por suerte no fue embestido por los pilotos que rodaban tras él.

Mientras tanto, Hamilton se escapaba a un ritmo constante que en la vuelta 4 era ya de 2’2 segundos de diferencia con Vettel, mientras que Räikkönen se veía retrasado y superado por Pérez y Verstappen, que luchaban a brazo partido. En ese momento, Daniel Ricciardo empezó a jugar a una estrategia que acabaría siendo, por varias circunstancias, la vencedora: en la vuelta 6 entraba a colocar el neumático blando y no hacer más paradas. Pero con el coche de Daniil Kvyat parado en la pista en la vuelta 11, el coche de seguridad se hizo necesario, aunque no apareció hasta la vuelta 13. En ese espacio de tiempo, Verstappen volvió a sufrir un problema de fiabilidad que le apartó de toda lucha por el podio, y que enfadó tanto al holandés que se fue directamente a su hotel, sin pasar por las preguntas de la prensa.

Todos aprovecharon el coche de seguridad para entrar en boxes, aunque de manera extraña, Lance Stroll y Nico Hülkenberg lo hicieron una vuelta después de su aparición, y Daniel Ricciardo, en lo que parecía un suicido estratégico, volvió a detenerse para poner los superblandos. Pero estaba décimo, con mejores neumáticos que el resto, y dispuesto a progresar. Hamilton, y muchos otros, se quejaban del ritmo lento que llevaba el coche de seguridad, lo que dejaba los neumáticos a unas temperaturas excesivamente bajas. Al final de la vuelta 16, se relanzó la carrera, y Hamilton jugó perfectamente con el grupo, dejando a Vettel en mitad de la jauría defendiéndose de Sergio Pérez, y aguantándolo por muy poco. El ritmo del Ferrari no aparecía por ningún lado, y Hamilton lograba un espacio con facilidad. Pero los numerosos restos de coches en la pista, entre ellos el del deflector dañado de Kimi Räikkönen que acabó desprendido, provocaron un nuevo coche de seguridad en la vuelta 17.

Y entonces llegaría el momento que seguramente supondrá un punto de inflexión en el devenir de este campeonato. Era el final de la vuelta 19 cuando el coche de seguridad apagó sus luces. Lewis Hamilton comandaba el grupo, pero al salir de la curva 15, frenó súbitamente, y Sebastian Vettel lo embistió por detrás, provocando daños en su alerón delantero y en el difusor trasero del Mercedes. El artículo 39.13 del reglamento de la FIA es claro, una vez que el coche de seguridad ha apagado sus luces:

«El primer coche en fila detrás del coche de seguridad puede dictar el ritmo, y en caso necesario, caer hasta la distancia de diez coches tras él. […] Desde el momento en el que las luces del coche de seguridad están apagadas, los pilotos deberán proceder a un ritmo que no implique aceleraciones o frenadas erráticas, ni otras maniobras que puedan poner en peligro a otros pilotos o impedir el relanzamiento».

Así pues, Hamilton podía dictar el ritmo, pero no realizar maniobras erráticas. Pese a no ser sancionable, el frenar de manera brusca justo a la salida de una curva no es la maniobra más elegante que un piloto puede hacer, esas pruebas de frenado para los de detrás, pero lo hizo con la intención de coger por sorpresa a Vettel, que rodaba muy cerca para evitar verse envuelto de nuevo en los ataques de sus perseguidores, y en su caso, poder poner en aprietos a Lewis. El problema es que midió mal la distancia, y el choque, motivado por el frenazo de Hamilton, fue inevitable. Lo que sí que era evitable fue la reacción posterior de Sebastian Vettel.

En un arranque de ira comprensible hasta ese momento, se emparejó con el Mercedes de Hamilton y lo embistió lateralmente, rueda delantera derecha contra delantera izquierda, en una maniobra intimidatoria absolutamente antideportiva e inaceptable para cualquier piloto, menos aún para un tetracampeón del mundo. El resultado de esa acción, que sucedió a baja velocidad, no es tanto una cuestión de sanciones sino de imagen. Una imagen paupérrima del carácter del líder del mundial, cuya reacción fue antideportiva reglamentariamente, en respuesta a una acción poco elegante pero permitida de su contrincante. Así no es como se debe dirimir un campeonato tan emocionante como el que estamos viviendo este año. Así no es como deben comportarse los pilotos.

La sanción para Sebastian fue un ‘stop and go’ de diez segundos, más tres puntos perdidos en la superlicencia. ¿Merecía la bandera negra?. La exclusión, vista la velocidad y el tipo de choque, quizás era excesiva. Por su comportamiento, sin duda. Pero los comisarios decidieron que con eso era suficiente castigo. Ahora bien, ante lo injustificado de la acción y el lamentable espectáculo dado por ambos pilotos, lo que no deberíamos hacer es caer en la lapidación del piloto, sea quien sea, por la sencilla razón de que pocos pilotos hay que no hayan cometido acciones antideportivas en algún momento. Y sin ánimo de entrar en una enumeración exhaustiva, sólo pensemos que si Sebastian Vettel merecía la bandera negra –que es algo defendible y que no hubiera estado fuera de lugar–, alguien como Ayrton Senna no debería haberse subido jamás a un coche de carreras tras su choque criminal con Alain Prost en Suzuka 1990, que podría haber tenido consecuencias físicas muy serias para ambos. Vettel merece el reproche severo y firme de haber realizado una acción injustificable, y debe asumir su responsabilidad en su movimiento voluntario. Pero ni tan santos ni tan malvados, desde el primero al último de la parrilla.

Volvamos a la carrera. El coche de seguridad se fue, como decíamos, al final de la vuelta 19. Y Vettel se vio atacado por Pérez de nuevo, pero también por Felipe Massa, al que aguantó por el exterior en la curva uno para mantener la segunda posición. Justo detrás, Esteban Ocon decidió que no iba a esperar ordenes de equipo y metió su Force India en el interior de la curva dos a su compañero Pérez, y el resultado, ante la voluntad de no ceder de ninguno, fue un toque conjunto que hipotecó la carrera de ambos. Mientras tanto, Daniel Ricciardo ya era quinto. Silencioso, casi inadvertido, el australiano trepaba por la clasificación de manera resolutiva. Pero los restos en la pista, que aumentaron por un pinchazo de Kimi Räikkönen que destrozó su alerón trasero, acabaron por hacer volver a pista el coche de seguridad en la vuelta 20, que se convirtió en bandera roja en la 22. El caos se había apoderado de Bakú, en una carrera que parecía que no iba a poder disputarse con normalidad, y con la luz solar cada vez más baja, una molestia muy seria para los pilotos.

Con los ánimos más calmados, y con la vuelta a pista de Kimi y de Pérez tras aprovechar la bandera roja para reparar sus coches, la carrera volvía a empezar tras el coche de seguridad. De manera muy hábil para sus intereses, Hamilton volvió a repetir su frenada a la salida de la curva 15, salvo que ahora Vettel estaba avisado y no impactó. Hamilton esperó mucho tiempo para relanzar la carrera, ya en plena recta, y aunque Vettel volvió a verse en aprietos, ya no fueron tan agobiantes. Por detrás, Daniel Ricciardo pasaba al ataque y realizaba un triple adelantamiento para colocarse tercero, posición que ocupaba un Felipe Massa que se vio adelantado por su compañero Lance Stroll, que estaba cuajando una actuación –todo el fin de semana– sin mácula.

Esta vez, sin embargo, Hamilton no lograba escaparse con tanto brío del Ferrari de Vettel. Ambos de nuevo con neumáticos superblandos. A Massa eso no le importaba mientras se retiraba con la suspensión rota, ni a Nico Hülkenberg que rompía los triángulos de la suspensión delantera derecha en un muro, abandonando. El problema para Hamilton se agravaba con un reposacabezas que se desprendía, y que motivó la llamada a boxes por razones de seguridad en la vuelta 31 para sustituirlo. La carrera de Lewis acababa de quedar destrozada. Y encima, Sebastian Vettel era el líder. Pero eso no duraría demasiado. En la vuelta 32, se anunciaba la penalización de un ‘stop and go’ de 10 segundos para el alemán, que aun así logro volver a pista delante de su rival. Y entonces, por fin, disfrutamos de una carrera sin más.

Aparcados los reproches, las filias y las fobias, quien no disfrutase del espectáculo que ofrecieron Sebastian Vettel y Lewis Hamilton trepando por la clasificación, se perdieron la base fundamental de este deporte: el pilotaje de alto nivel, algo que el alemán y el inglés atesoran a manos llenas. En esa tensa pareja que se vigilaba de cerca, el resto de la parrilla era una presa fácil, fueran Alonso –que rodaba en puntos con holgura, pero fue perdiendo posiciones–, fuera Magnussen u Esteban Ocon. Vettel marcaba vueltas rápidas –la de carrera con un 1’43’441–, y Hamilton le contestaba –se quedó a 0’028 centésimas del tiempo del alemán–, pero no era capaz ya de acercarse al Ferrari para superarle. Mientras tanto, Ricciardo era el líder, y no creía su suerte a la vez que sabía que había hecho un buen trabajo, sin meterse en líos, y siendo todo lo rápido que su Red Bull le dejaba. Detrás venía Lance Stroll en un espectacular segundo puesto, y tras él, la jauría de Bottas, Vettel y Hamilton que querían acercarse.

En la última vuelta, sobre la línea de meta, Stroll perdería la posición ante un imparable Bottas, que se hacía finalmente con la segunda posición. Sólo les separó una décima. Resultado excelente para el piloto de Williams, y para el equipo mismo, que vuelve al podio tras muchas carreras sin probarlo. Lance, como decíamos, hizo un fin de semana impecable en el circuito en el que cometer fallos hubiera sido lo más fácil, por las condiciones de la pista, y por no conocerla.

Vettel y Hamilton acabaron cuarto y quinto, ninguno contento, los dos con cara de pocos amigos, y Esteban Ocon salvó los muebles para Force India con el quinto lugar, pero en este día concreto, ambos podrían haber estado en el podio tras lo ocurrido en pista, quién sabe si soñar con algo más. Fernando Alonso por fin puntuó, con el noveno lugar justo detrás de Carlos Sainz. El resultado del asturiano es un insignificante bálsamo, como reconoce el propio Eric Boullier, pero al menos abre el casillero de McLaren y del piloto en la octava carrera del campeonato. Y Pascal Wehrlein, otro que no se metió en problemas y siguió su camino, cerró los puntos el fin de semana del adiós de Monisha Kaltenborn como directora deportiva de Sauber.

Pero el primer Gran Premio de Azerbaiyán quedará marcado por el enfrentamiento ruin entre los líderes del campeonato. Es un punto de inflexión en el devenir del mismo, y la falsa cordialidad reinante entre los dos contendientes ha volado por los aires. Por un lado, eso no es malo, todos sabemos que nunca iban a ser amigos, y una rivalidad fuerte pero respetuosa es algo interesante para la competición –y más para los gestores de la F1, cuya repercusión mediática aumenta en caso de enfrentamientos así–. Pero por el otro lado, sí es malo. El respeto, que se perdió este fin de semana, es algo difícil de recuperar. Vettel debería disculparse, primero ante su equipo porque perdieron una victoria inesperada a causa de su acción, y luego ante los aficionados por su actitud. Y no estaría de más que Hamilton, aunque en mucha menor medida, también pusiera un punto de cordura en esta situación que no beneficia a ninguno. Aunque cuidado: ahora son dos bestias competitivas con la sangre reivindicatoria inyectada en sus ojos. Eso, si se queda sólo en la pista, puede ser un gran espectáculo.

(Publicado el 27-6-2017 en http://soymotor.com/articulos/azerbaiyan-punto-de-inflexion-936086)

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