Lewis y Max nos asustaron por competir, o anatomía de un choque anunciado.
Finalmente, ocurrió. Era algo que se venía fraguando desde hacía tiempo, mucho antes de este año. Ya habían tenido incluso algún roce, como en Baréin 2018. Pero finalmente, el impacto entre dos de los pilotos más duros de la parrilla, tuvo lugar de forma dramática en la primera vuelta del Gran Premio de Gran Bretaña, al llegar a Copse.
En ese momento, justo cuando la rueda delantera izquierda de Hamilton tocó la trasera derecha de Verstappen, todo cambió. El análisis podría ser simple, pero ese momento fue la consecuencia del fin de semana, y de todos los datos que habían acumulado el uno del otro, y sus equipos. Hay que volver al viernes por la tarde. Rebobinemos un momento.
Lewis Hamilton consigue, casi por pura fuerza, una ‘no pole’ muy ajustada sobre Max Verstappen, sacando lo mejor de sí, pero quedando un poco desnaturalizada. Hamilton no tiene un coche más rápido que el holandés, pero está en la primera posición, y sacarlo de ahí siempre será difícil. Verstappen lo sabe, así que, siguiendo su naturaleza hipercompetitiva, sabe que tiene que derrotarlo en la ‘clasificación sprint’, esa carrera breve que se ha sacado la F1. Vamos al sábado.
Al apagarse los semáforos, Lewis Hamilton falla -o Max Verstappen sobresale- y al llegar a la primera curva está doblegado. El holandés es primero por la recta de Wellington, camino de Brooklands. ¿Qué hace? Va dando bandazos para evitar que Hamilton tome el rebufo, lo desconcentra. ¿Antideportivo? No, pero sí provocador. Sí al límite. Siendo el Max Verstappen que a todos nos gusta, ese competidor crudo. Hamilton se acerca y lo intenta por fuera, pero no puede. Van ahora camino de Copse.
Hamilton es más rápido que Verstappen, que ha tocado ligeramente la grava. El holandés protege el interior, Hamilton se va a un desesperado exterior en el que está vencido de antemano. Y ve cómo Verstappen, que vuelve a dar bandazos en la recta de Hangar, se escapa. Gana sin posibilidad de remediarlo la carrera, y logra la pole para el domingo. Esta carrera al sprint, especialmente, entrega una serie de datos valiosos: el ritmo del Red Bull es inalcanzable, y si el domingo está primero en la primera vuelta, el GP estará prácticamente acabado, sin posibilidad de remediarlo.
Lo sabe Lewis. Lo sabe Mercedes. Lo saben Red Bull y Max Verstappen. Así que cuando se apagan por segunda vez en el fin de semana los semáforos, Hamilton sale mejor, y se lanza como un depredador a por Max. Es todo o nada entre ambos. Tanto es así, que pese que Hamilton está dentro en la primera curva, Max se va por fuera, no cede, y mantiene la primera posición. Primera chispa.
Por Wellington, esta vez no hay bandazos. Hamilton está muy cerca, así que Max protege exageradamente el interior. Hamilton va por fuera, lo supera entrando en Brooklands, pero Max no cede un metro. Casi se tocan. El holandés fuerza -con derecho- al inglés hacia afuera, y a ceder. Segunda chispa.
Saliendo de Luffield, otra pequeña nube de polvo de Max. Hamilton sabe que por fuera no es el lugar. Sí, el día anterior Alonso lo hizo con Norris. Pero Norris no es Max. Max ya le ha dejado claro, el sábado y hace unos metros, que no hay concesión posible. El Red Bull va a ser un muro. La opción única es el interior. Y es la última oportunidad. Tras Copse, como el sábado, Max se irá. Y Hamilton no podrá hacer nada: el ritmo del Red Bull es inalcanzable.
Así que finta al interior, que Max estrangula hasta el límite, para abrirse finalmente llegando a Copse. Hamilton en el interior, ligeramente descolocado. En realidad, ambos entran pasados. Hamilton no iba a ceder, pero Max tampoco, que se cierra sobre sí mismo para trazar Copse. En su mente no pasa ir por el exterior, ceder un momento y volver al ataque más adelante, a una carrera que seguramente tenga ganada y pueda ganar. Es el líder, quizás podría conservar. Pero eso sería desconocer a Max Verstappen. ¿Estaba delante Hamilton? No, no lo estaba. Tampoco podía desaparecer, y Max sabía que estaba ahí.
Se trata de que ninguno de los dos iba a ceder. Max Verstappen tiene ese gen ‘sennistico’ que le hace creer que tiene el derecho a la victoria, a la posición en pista, y al ataque y defensa sin contemplaciones que son los demás pilotos los que deben permitir, o evitar. Y es por eso que es un piloto magnífico de ver cada vuelta, y por lo que se le admira. Es un competidor puro. Pudo mirar al campeonato, pero sólo miró a la curva, a seguir humillando a Lewis, esta vez en su casa. Max Verstappen ya ha tenido otros incidentes, con buena parte de la parrilla. Porque jamás cederá. Pero a veces encuentras con que otro tampoco lo hará.
Y ese otro es Hamilton. Con un coche inferior. Sabiendo que todo estaría perdido una vez más. Con una sola oportunidad en sus manos. ¿Obcecación excesiva? Sin duda. Lewis debió saber que a veces toca perder. Lewis quizás deba empezar a ver que ya hay otros lobos dominantes en la manada que no le van a respetar. Pero Lewis se va a negar a verlo hasta el último suspiro. Y eso fue Copse.
Copse, en definitiva, fue la brutal imagen de la competición en su grado más brutal y despiadado. Dos gigantes luchando hasta las últimas consecuencias, sabedores de lo que todo ello implica. Negándose a ceder. Y hay quien lo compara con Japón, 1990, con aquella terrible y deliberada agresión de Ayrton Senna a Alain Prost. Pero no hay comparación. Aquello fue ofuscación que, en un tribunal penal, casi podría defenderse como eximente de trastorno mental pasajero. Ayer no hubo intencionalidad de acabar con la carrera de un rival.
Hubo una competición tan extrema, que nos ha provocado a todos miedo. Mucho miedo. Porque habíamos olvidado que competir es esto. Es luchar sin piedad.
Gracias, Max. Gracias, Lewis. Pero respetaos. Os necesitamos vivos. Sólo eso.
Como me gusta Max. Y Hamilton también estuvo perfecto aguantando el tipo, lástima que no midieran bien ninguno de los dos y se rozaran.
Absolutamente de acuerdo.