LOS LUNES AL BOX: G.P. DE AUSTRIA DE 2020.-
Doscientos diecisiete días. Eso es lo que tardó la Fórmula 1 en regresar a la actividad competitiva desde el último Gran Premio de la temporada anterior, el de Abu Dhabi. Entre medias, los test de pretemporada que parecen muy lejanos y de los cuales los equipos –o al menos algunos- habían podido obtener provechosos datos con los que han trabajado durante este tiempo, pese a las restricciones.
Llegaba así Austria, en la primera de dos carreras consecutivas en el Red Bull Ring. Ya desde el viernes, la temperatura subió en el ambiente con un Sebastian Vettel más ácido que de costumbre, lanzando la carga de profundidad de que Ferrari ni siquiera le había hecho una oferta: le informó de que no le renovaban, y poco más. Luego, Mattia Binotto se mostraba torpe en sus justificaciones: el Covid, Vettel no había mostrado su voluntad… Al final, la realidad es el brutal trato infligido por la Scuderia a Vettel, a un tetracampeón del mundo que ha mostrado además un carácter siempre positivo hacia el equipo, incluso en días malos. Pero estas formas no son novedad en Ferrari con grandes campeones: véase a Prost, véase a Schumacher, a Alonso, ahora a Vettel. No lo va a tener fácil Binotto este año en la gestión de sus pilotos, aunque quizás le ayude a ello el mal rendimiento del SF1000.
Mientras tanto, Mercedes seguía a lo suyo, que es hacer grandes coches –aunque ahora los pinten de negro en apoyo a la lucha contra el racismo- y ganar campeonatos. ¿Ya lo ha ganado? No, todavía no, y el mundial hay que disputarlo. Pero sí que comenzó venciendo en una batalla: la del DAS. El famoso sistema que pueden aplicar desde el volante y que modifica la convergencia de las ruedas delanteras. Ya se había declarado su legalidad para este año y su ilegalidad para 2021. Pero Red Bull quiso hacerlo de manera formal: planteó el asunto a los comisarios, y estos, de manera muy veloz y eficaz, repitieron sus argumentos de pretemporada y lo declararon válido. Nada que objetar: al menos ahora ya sabemos que no se puede escudar en algo ilegal las probables victorias de Mercedes. Y seguramente pronto Red Bull tendrá un sistema parecido.
Así que el viernes la pista empezó a dictaminar lo visto en Barcelona. El oscuro Mercedes W11 dominó las dos sesiones, en concreto Lewis Hamilton, controlando tanto los tiempos a una vuelta como el ritmo de carrera. Nadie cerca alrededor. Se llamase Verstappen en los libres 1 o Pérez en los libres 2. Distancias de más de medio segundo en circuito muy corto. Así que era por detrás por donde debería llegar el interés competitivo, y ahí se mezclaban en un barullo de rendimiento tanto Red Bull –un paso por delante, sin embargo, y único que parecía poder mirar hacia Mercedes, pese a que el RB16 sigue siendo nervioso y tendente al sobreviraje-, como Racing Point –el tan cacareado ‘Mercedes rosa’ con un rendimiento muy sólido en todos los ámbitos-, como McLaren –un paso adelante para los británicos-, Ferrari –perdida con un SF1000 que no tenía un mal comportamiento, pero no iba a ningún lado- y Renault.
Pero sería la clasificación quien daría las primeras respuestas. De inicio, demostró que los Williams han sabido progresar este invierno y construir un coche mejor, lo cual no era difícil. Siguen en el fondo de la parrilla, pero su ganancia de más de medio segundo es notable. Y eso permitió a un prometedor George Russell desbancar no sólo a su compañero Latifi, sino a los dos decepcionantes Alfa Romeo –Giovinazzi por delante de Räikkönen-. Delante de todos ellos, sólo Kevin Magnussen en el Haas. Y ahí empezó a encenderse una alarma para quien quiso verla: la del motor Ferrari, en este caso cliente, pero es que de los 6 últimos clasificados, 4 motores provenían de Maranello.
Y así es como, al acabar la segunda fase de la clasificación, había un coche rojo en undécima posición. Sebastian Vettel callado en la radio, sólo confirmando a su ingeniero que había recibido el mensaje de detenerse en pesaje. El SF1000 es un compendio de problemas que ha supuesto una pérdida de rendimiento valorable en casi un segundo: Leclerc marcó un 1’03’’993 en la Q3 para ser séptimo mientras que en 2019 con un 1’03’’003 marcó la pole. El primero de los problemas es una excesiva resistencia aerodinámica –o drag- que hace que el coche se resista a avanzar. Si a eso se le une un motor que, tras el “acuerdo” con la FIA –hay acuerdos que parecen más el beso de la muerte de la Mafia- ya no es el que era. Se vio en los equipos cliente, y se vio en que los coches de la Scuderia eran los más lentos en velocidad punta. Su apuesta eran las curvas, donde sobresalía, pero era un desastre en todo lo demás. Las excusas no se centran en el motor, sin embargo, que parece cada vez más obvio que era ilegal en 2019, sino en un problema de correlación entre el túnel de viento y la pista. Una excusa más típica en Maranello que un plato de pasta con salsa boloñesa regada con lambrusco. Demasiado recurrente esta última década. En Hungría han de llegar mejoras, o eso anuncia Binotto, que quizás al menos respira con que este coche haga que no haya lucha entre sus pilotos, y con ello se ahorre un disgusto. Pero la soga al cuello ya la tiene el director deportivo de la Scuderia.
Charles Leclerc pasó por la mínima. Y Max Verstappen se sacó una genialidad de sus manos, al marcar un 1’04 exacto con neumáticos medios usados, lo que al final le hizo ser octavo, pero el único que en carrera iría con medios entre los diez primeros. El holandés contaba con el nuevo alerón delantero, que había sido retirado a Alex Albon tras romper su unidad Verstappen. Los eliminados fueron, además de Vettel, los dos Alpha Tauri, el Renault de Esteban Ocon y Romain Grosjean cerrando el grupo con su Haas.
Y llegó el momento de no esconder nada. Y ahí es donde Mercedes asustó. Lo hizo desde el primer intento: Bottas marcó un 1’02’939 que a la postre sería el tiempo de la pole, mientras que Hamilton no bajaba de 1’03’’061, todavía más lento que la pole de 2019, en una vuelta en la que se había salido de los límites de la pista en la última curva y había tenido un fallo en la Niki Lauda Kurve, la primera del trazado. ¿El resto? El más cercano era Max Verstappen a 0’612 segundos. Leclerc estaba a 1’600 segundos. Mientras que Sergio Pérez empezaba a sacar todo el potencial del RP20, cuarto a 1’202 segundo. Pero mientras Lance Stroll marcaba su única vuelta con la pista libre, los demás salían a pista para su segundo intento. Valtteri Bottas pretendía mejorar su tiempo, pero justo al empezar el segundo sector y afrontar la tercera curva –Schlossgold, la actual versión de la otrora impresionante Bosch Kurve-, se fue un poco largo. No demasiado, pero suficiente para tener que corregir y tocar la grava, perder el control, y verse lanzado a un mar de piedras levantando mucho polvo y provocando la bandera amarilla. Polvo que se encontró Lewis Hamilton, que pasó a su compañero mientras este vagaba entre la grava y el césped para acabar trompeado en la breve recta entre las curvas 4 y 5. Lewis no levantó ni un ápice el pie del pedal, mejorando sus tiempos. Y marcó un 1’02’’951. Insuficiente por 0’012 segundos. Pero, ¿era válido?
Tras la sesión fue llamado por los comisarios por no haber levantado el pie bajo bandera amarilla. Sin embargo, adujo el polvo y no haber visto ninguna amarilla. Las grabaciones de vídeo mostraron a los comisarios la simultaneidad de banderas amarillas y verdes en la zona, así que optaron por el principio penal de ‘in dubio pro reo’: en caso de duda, a favor del infractor. Y Lewis se libró de sanción. De esa sanción, porque sí que le quitaron el tiempo por haber excedido los límites de la pista. Pero era un tiempo peor: seguía siendo segundo y completando la primera línea de Mercedes. Sin embargo, el domingo, una hora antes de la carrera y por petición de Red Bull de una revisión, los comisarios acabaron sancionando a Lewis con tres posiciones: saldría quinto. Pero al final, el problema es que Hamilton había dominado las tres sesiones de libres, pero se había vuelto a encontrar con un Bottas magistral a una vuelta, que ya había avisado en la Q2. El finlandés hizo una vuelta perfecta, todo velocidad y ritmo en un circuito que premia dejar que el coche fluya. Su duodécima pole position y una primera victoria frente a Hamilton.
Detrás, Verstappen no falló y preparaba su colmillo para el domingo: las dos primeras curvas, los neumáticos medios, la oportunidad que Max no suele dejar pasar, al menos intentar. Los problemas del Red Bull seguían ahí, pero Max los domó. Eso sí, la diferencia era de más de medio segundo. El Red Bull no ha empeorado, y de hecho ha logrado sencillamente mantener la distancia con Mercedes, que visto lo visto es mucho. Justo tras él, un brillantísimo Lando Norris en su mejor clasificación en F1, y la mejor de McLaren desde 2016. Una relativa sorpresa porque se esperaba ahí a un Racing Point, pero Sergio Pérez ‘sólo’ pudo ser sexto detrás de Alexander Albon con el otro Red Bull –sin el nuevo alerón-. Ambos hicieron el mismo tiempo -1’03’’868-, pero el tailandés lo hizo antes. Era la zona media, en la que se encontraba el Ferrari de Charles Leclerc, Carlos Sainz, Lance Stroll y Daniel Ricciardo completando los diez primeros.
Así que al final, en el momento de la salida, era Verstappen el que acompañaba a Bottas en primera fila. Muy mal compañero de viaje. Por suerte para el finlandés, el lado sucio no le ayudó en su impulso hacia la primera curva, y mientras Bottas se afianzaba en primera posición, Verstappen tenía que contener a Norris por el exterior. Es lo mismo que haría poco después Alexander Albon ante el ataque de Hamilton por fuera en la curva tres, con el inglés cediendo para evitar males mayores. Pero Lewis tomó nota, tanto que en la vuelta 9, tras un par de giros incordiando al de Red Bull, lo adelantó definitivamente por fuera en esa misma curva. Lewis era tercero.
Delante suyo estaba un luchador nato como Verstappen, que con los medios intentaba mantener la diferencia con Bottas. Pero el Red Bull dijo basta en la vuelta 11, un problema eléctrico que activó el sistema de anticalado y dejó al holandés dando cabezazos toda la vuelta hasta boxes. Mal inicio, muy mal inicio para un año tan previsiblemente corto, además de una oportunidad perdida con la estrategia cambiada. Sí, Bottas controlaba a la perfección la carrera, y ahora todavía más con los 7’3 segundos a Lewis, pero tener a Max detrás siempre es un motivo de preocupación.
Se abrió la caja de la fiabilidad con Verstappen, y en la vuelta 18 el que cayó fue Ricciardo, poco brillante en la carrera, con su Renault con problemas de recalentamiento. A él le siguió Lance Stroll, que se retiró definitivamente en la vuelta 21 con problemas de motor. Y vendrían más. Pero mientras tanto, Hamilton había decidido que Bottas no iba a ganar esta carrera, y empezó a recortar la distancia de manera ostensible. ¿Estaba Bottas contemporizando? En un principio lo podía parecer, pero llegados a los 3 segundos, era obvio que Lewis se abalanzaba sobre su compañero. Y un Magnussen sin frenos en la vuelta 26, que provocó la salida del primer coche de seguridad, le puso justo tras su alerón trasero.
Toda la parrilla pasó por boxes y colocó los neumáticos duros, salvo Pérez, que se la jugó con los medios. Cuando volvió a lanzarse la carrera, en la vuelta 31, Carlos Sainz decidió atacar a su futuro compañero de equipo, Charles Leclerc, en la curva 2. El de Ferrari cerró el interior y asfixió al McLaren por fuera. Y Vettel, desde la octava posición, vió un hueco imposible y se lanzó al interior del español, al que apenas tocó mientras el Ferrari ejecutaba un trompo. Otro más, cayendo a último. El alemán llevaba toda la carrera luchando con un Ferrari que luego dijo que no era el del fin de semana. Muy nervioso, provocando constantes correcciones del alemán. Binotto, quizás henchido por el resultado de Leclerc, le echó en cara un pobre pilotaje, lo cual es cierto, pero que no oculta que el SF1000 es un monoplaza muy complicado y mediocre.
Pérez hizo buenos sus neumáticos medios y pasó a Norris para colocarse cuarto. Y la carrera, en la vuelta 42, entró en una estabilidad de la que parecía que no iba a salir nunca hasta la bandera de cuadros. La mayor emoción era el aviso desde el muro de Mercedes a sus pilotos de que tuvieran cuidado con los pianos, de que cuidaran los motores, de que había ciertos problemas con la caja de cambios. Desde Racing Point y el motor de Stroll no habían llegado buenas noticias, y en Mercedes empezó a cundir cierto pánico, quizás exagerado, pero con una carrera controlada no tenía sentido arriesgar nada. Lo único que eso dejaba a Bottas como ganador, y Lewis se negaba, acercándose a veces bastante. Quizás necesitaba un milagro.
Estuvo a punto de dárselo Grosjean en la vuelta 50 al salirse en la curva 3 –se retiró por problemas de frenos como su compañero-, pero fue Russell el que provocó un nuevo coche de seguridad en la vuelta 51, el motor Mercedes de su Williams humeando por un problema de presión de gasolina. Miedo en Mercedes, oportunidad para Lewis. Ninguno pasó por boxes, como sí hicieron Albon –blandos-, Norris –medios-, Leclerc –medios-, Vettel y Kvyat –ambos blandos-, y una vuelta después, quizás ya innecesaria, Sainz para colocar los medios, lo que le hizo caer a noveno. Y retirado el coche de seguridad, Räikkönen perdió espectacularmente la rueda delantera derecha en la bajada a la última curva. De nuevo todos en fila.
Al final de vuelta 60 se relanzó la carrera. Quedaban diez vueltas que serían muy animadas. Albon, aprovechando sus blandos desde la tercera posición, decidió tomarse la revancha con Hamilton. Camino de la curva tres, el Mercedes protegiendo el interior, el tailandés valiente y firme al exterior. El Red Bull netamente por delante. Quizás Lewis esperaba que levantase, que cediese, pero no tenía por qué hacerlo: la posición era suya, la que había perdido Lewis, que se mantuvo impertérrito como si nada ocurriese y tocó la rueda trasera derecha del Red Bull, escupiéndolo hacia afuera. La consecuencia: sanción de 5 segundos y dos carreras arruinadas, más aún la de Albon que se retiró en la vuelta 68 por problemas eléctricos, como Verstappen.
Los Mercedes abrieron un hueco de seguridad, pero entre tener que proteger su mecánica y los neumáticos ya algo agotados, no podían escaparse a los 5 segundos que necesitaba Hamilton. Y eso que por detrás la guerra estaba desatada: Charles Leclerc, absolutamente enfocado en conseguir mucho más de lo que el coche merecía, adelantó a Pérez con mucho arrojo en la curva 2, vuelta 66, lanzando su Ferrari desde muy lejos, aprovechando la perpetua trazada algo abierta del de Racing Point. Era tercero, segundo con la sanción. Y entonces llegó la sanción de otros 5 segundos a Pérez por exceso de velocidad en la calle de boxes. Mientras tanto, Sainz atacaba a Norris, que se defendía con uñas y dientes, libres para luchar entre ellos, el toque casi a punto. Pero Lando aguantó, y se fue a por Pérez. Metió el coche, y se tocaron cuando el mexicano cerró la trayectoria en su trazada habitual. Norris era cuarto. Faltaba una vuelta cuando Kvyat vio cómo la suspensión trasera izquierda dijo basta al llegar a la curva 1. Pero no habría coche de seguridad.
La lucha era en la distancia entre Lewis y Lando. Cinco segundos. El de Mercedes exprimiendo su coche, pero más aún el de Mclaren. Era todo fluidez y velocidad bajo la presión de lograr su primer podio, sin fuegos de artificio o señales de una especial velocidad. Pero al pasar por meta, la vuelta rápida de la carrera era para Norris con un tiempo de 1’07’’475. Acababa de derrocar al cuarto puesto a Hamilton por menos de dos décimas. Era su primera vuelta rápida y su primer podio, logrados de una manera absolutamente brillante, luchando en pista como un poseso. Así que camino del novedoso podio iban Bottas, absolutamente impecable desde la tarde del sábado –primera vez que lidera de principio a fin una carrera, en su octava victoria-, un inesperado Charles Leclerc que había sacado petróleo de las circunstancias y demostrado estar muy por encima del nivel de su SF1000, y un Lando Norris que a base de tesón había conseguido acabar justo donde había empezado la carrera. Nadie hubiera apostado por ello en ningún momento del fin de semana.
Cuarto era Lewis, en un fin de semana plagado de errores para lo que acostumbra el hexacampeón. Un inicio malo, pero nada preocupante aún. Sin embargo, ha sentido el peso de las sanciones sobre él, y eso seguro que pone un cierto límite en algún momento a alguna de sus maniobras. Sainz logró un muy buen quinto lugar, lástima de la lucha con Lando en la que salió vencido, porque quizás el podio podría haber sido suyo. Pero lo importante es que pudo luchar. Resultado positivo pero quizás menos de lo esperado con el sexto de Pérez: su Racing Point deberá dar mejores tardes en lo venidero, y el mexicano va a estar arriba en muchas carreras. Gasly, Ocon y Giovinazzi encontraron unos valiosos puntos para sus equipos. Y también lo hizo el décimo puesto de Vettel, encontrarse un punto en un fin de semana para olvidar del alemán y de la Scuderia, que el podio de Leclerc maquilla pero no oculta. Último Latifi, que con el numeroso grupo de retirados a punto estuvo de puntuar en su debut, que fue pobre, sin ritmo y con las debilidades propias de un debutante que parece haber llegado sin demasiado bagaje.
Y en una semana, el mismo circuito. El resultado no será el mismo, pero los problemas de fiabilidad tendrán que solucionarse. Otros problemas son más difíciles de resolver en tan pocos días. Así que los que han estado verdaderamente al nivel este fin de semana, tendrán que preocuparse de no abandonar. El resto, rezarán porque la carrera vuelva a ser loca y así rascar resultados que no les corresponden ni esperan, y que no deberían desviarles de la realidad que la primera carrera nos deja: Mercedes está muy por delante. Mucho.