G.P. de México 2017: yo vi pilotar al legendario Lewis Hamilton.
México. Circuito de los Hermanos Rodríguez, antes conocido como Magdalena Mixhuca, por el nombre que recibe el gran complejo deportivo en el que se enclava. Pero primero por la muerte de Ricardo en 1962 y luego por la de Pedro en 1971, fue rebautizado como hoy se le conoce. Un canto al pasado, a la nostalgia de dos pilotos de gran calibre, de aquellos que tenían en la versatilidad una de sus características. Y aquí llegaban dos pilotos soberbios para ganar su cuarto mundial uno, o evitarlo casi milagrosamente el otro.
Porque a Lewis Hamilton le bastaba con un modesto quinto lugar, en caso de que Sebastian Vettel ganase, para ser el nuevo tetracampeón del mundo, e igualar precisamente a su rival este año. Un resultado, a priori, sencillo, factible en grado sumo, pero en la Fórmula 1 nada se puede dar por sentado. A favor de Hamilton, que México era un circuito que se ha mostrado favorable en su versión actual a los monoplazas de la estrella de tres puntas, con dos victorias en dos ediciones.
De hecho, los primeros entrenamientos libres dejaron diáfana esta realidad. Más aún, se demostraba que el circuito mexicano es uno de esos que a Valtteri Bottas le sienta bien y por eso marcó el mejor tiempo, con un 1’17»824 que dejaba a Hamilton a 0’466 segundos. El mayor problema, para todos, era la gran suciedad de la pista. Si de por sí el Hermanos Rodríguez es un circuito con poco agarre, su poco uso suma a la superficie del trazado una precariedad preocupante. Y quien más quien menos, tuvo un percance.
Vettel, de hecho, tuvo dos salidas de pista, pero fue la de Brendon Hartley la que motivó un coche de seguridad virtual, aunque en realidad fue porque su motor se había apagado. Una vez reseteado el sistema, pudo volver a rodar, y la sesión continuar con normalidad, pero el neozelandés cambiaría el motor. Los Ferrari mostraban una interesante velocidad inicial, fruto a buen seguro de su ya proverbial buen uso de los neumáticos, lo que en estas condiciones les permitía, en principio, tener una ligera ventaja, al menos a una vuelta. O no.
Porque los RB13, que el año pasado ya estuvieron muy en forma en este Gran Premio, eran los que se colocaban tercero y cuarto, con Verstappen delante de Daniel Ricciardo, ambos en torno a las seis décimas de desventaja respecto al líder. Los SF70-H, sin embargo, estaban a 0’762 décimas Vettel, y a 1’184 segundos, Kimi Räikkönen. Interesante el ritmo de Fernando Alonso, que arrastraba de inicio, sin embargo, una penalización de 20 puestos, pero que conseguía un interesante octavo lugar. Su compañero, Stoffel Vandoorne, con 35 puestos de penalización, se perdía buena parte de la sesión por un problema de motor.
Alfonso Celis puso los nervios de punta a Esteban Ocon, cuando hacia el final de la sesión el mexicano chocó contra las barreras el VJM10 del francés, causándole importantes daños, pero no tan severos como para comprometer la participación de Ocon en la segunda sesión de libres. Como dato muy curioso, ni los Red Bull ni los Ferrari hicieron uso de los neumáticos ultrablandos, que fueron con los que los Mercedes lograron sus mejores tiempos.
El agarre no iba a mejorar para la segunda sesión y Hamilton lo comprobó en las ‘eses’ con un espectacular trompo. La exigencia de estas curvas, pese a haber sido suavizadas con la reforma realizada por Hermann Tilke, sigue siendo muy alta, y mientras que buena parte del circuito premia la velocidad absoluta, el segundo y tercer sector hacen brillar la precisión de enhebrar una aguja a alta velocidad. El que no podría hacerlo esta sesión fue Romain Grosjean, con un problema en el suelo de su coche por una salida de pista que motivó una bandera roja al inicio. Más problemas, el de Vandoorne con una rueda mal fijada al salir de boxes, y más curioso el de un Vettel al que el extintor del coche se le activaba y le dejaba la zona donde la espalda pierde su nombre de un blanco inmaculado.
Por lo demás, fue una sesión tranquila, salvo por un problema en la MGU-H para Max Verstappen, pero al final de la sesión, y que no sería un problema serio. Su compañero de equipo era el que dominaba los tiempos, con un 1’1»’801, que dejaba muy claro que la pista apenas había mejorado: sólo era 0’024 centésimas más rápido que el mejor tiempo de Bottas en la anterior sesión. Los neumáticos eran la clave, con una incapacidad generalizada de ponerlos en la ventana de rendimiento, y hasta el ultrablando era demasiado duro.
Hamilton se quedaba a 0’131 segundos, seguido de Verstappen como una sombra, y Vettel a un cuarto de segundo del tiempo de Daniel Ricciardo. Räikkönen, que no estaba lejos, se veía con más problemas que su compañero para tener una estabilidad aceptable, pero era su compatriota, Bottas, el que ya perdía el nivel mostrado en la anterior sesión, quedándose a medio segundo.
Alonso era séptimo, a tan sólo 0’707 segundos. El MCL32, pese a las largas rectas, era un buen coche con el que rodar por el circuito. Los Force India no eran menos, ni tampoco los Renault, los tres equipos en la misma ventana de rendimiento, lo que podría augurar una interesante carrera en la zona baja de los puntos. Eso, si es que los VJM10 no daban el salto de calidad en cuanto a rendimiento al que acostumbran en las sesiones importantes.
El sábado, el sol seguía luciendo en la altura de México, y la adherencia seguía siendo precaria. Todo conforme a lo esperado, aunque Verstappen marcaba un gran tiempo de 1’17»113, y se postulaba con mucha solidez a la lucha por la pole position. ¿Por qué? Porque el Red Bull podía considerarse como el coche más equilibrado de los de cabeza, y porque Verstappen se encuentra muy a gusto en este coche y en esta pista.
Hamilton replicó con un buen tiempo a tan sólo 0’075 centésimas, seguido de Vettel a 0’117 y Bottas a 0’170 segundos. Tiempos muy parejos, distancias muy cortas, muy al estilo de Mónaco. No en vano, el Hermanos Rodríguez es un circuito corto, en el que las distancias no suelen ser amplias, pero sí importantes en cada milésima. ¿Quién, de los seis pilotos, podría llevarse la Pole? Todo apuntaba a tres pilotos: Verstappen, Hamilton o Vettel, y seguramente por ese mismo orden.
Los McLaren se desinflaron en esta sesión, al menos en tiempos, porque no en sensaciones. Carlos Sainz superó a Nico Hülkenberg por primera vez en este fin de semana, y los Force India ya se mostraban como los mejores del resto. Estos eran los cinco equipos en las diez primeras posiciones, con Hartley en undécima posición. Su compañero, el regresado Pierre Gasly, eran el último y sin tiempo, al romper el motor justo al inicio de la sesión. Y de hecho, no participaría en la clasificación.
Una clasificación, como decíamos, abierta. Se trataría de poder obtener el tiempo en la primera vuelta buena de los neumáticos, y no tener que realizar varias para ponerles la temperatura adecuada. Los Mercedes fueron los únicos de los tres punteros que usaron el compuesto ultrablando, y ambos dominaban los tiempos, Hamilton primero con un 1’17»518, y Bottas pegado a él.
Pero con los superblandos, los Red Bull estaban cerca, y los Ferrari también, en las figuras de Verstappen y Vettel, tercero y cuarto. Sus compañeros se habían conformado con vueltas más estándar, lo que permitió a Alonso ser un magnífico quinto a sólo 0’192 segundos del mejor tiempo, y eso que tuvo un problema de potencia en mitad de la sesión. Después, el asturiano afirmaría que el McLaren era el mejor coche de la parrilla este fin de semana –exceptuando al motor, claro–, declaración altisonante que no era del todo real, pese a que sus tiempos parciales estaban con los mejores. ¿Cómo medir ese rendimiento en condiciones notoriamente distintas entre los monoplazas de cabeza y el suyo? El año que viene, con el motor Renault, tendrán que demostrar en la pista estas declaraciones, y ojalá lo hagan por el bien de un equipo como McLaren.
Cayeron el ya mencionado Gasly, Grosjean, Kevin Magnussen –un desastre los Haas este fin de semana, y con una caída de rendimiento paulatina pero imparable en este final de año–, Pascal Wehrlein y Marcus Ericsson. El que superó el corte, en su segundo Gran Premio, fue Hartley. Ya advertíamos en Estados Unidos que el neozelandés mejoraría conforme se hiciese con el coche y la disciplina, y así lo demostró con su decimoquinto lugar. Conocer el circuito, donde ha ganado con el Porsche de la categoría LMP1 del WEC, ayuda.
En la segunda sesión, todos usaron el superblando. El tiempo de las reservas se había terminado, salvo para McLaren, que no salió a rodar con ninguno de sus coches, en una decisión estratégica bastante lógica, puesto que saldrían los últimos, o casi, de no ser porque Gasly sería el penúltimo finalmente. Así que eran trece los coches en la sesión, que en realidad serían doce porque Hartley padeció un problema de potencia y se quedó parado al inicio de las ‘eses’. Los 12 restantes se jugaron el pase, y quedaron eliminados los Williams, y con holgura: Felipe Massa se quedó a más de dos décimas del tiempo de Sergio Pérez, que era décimo y Lance Stroll se quedó a más de un segundo de su compañero.
Así que los cinco mejores equipos actuales lo tuvieron sencillo para asegurar su paso a la tercera sesión. Y ahí estaban, los tres candidatos, en las tres primeras posiciones: Verstappen en cabeza con un gran tiempo de 1’16»524, seguido de Vettel a 0’346 segundos y Hamilton a 0’511 segundos. Y luego, en modo espejo con los tres primeros, seguían Bottas, Räikkönen y Ricciardo.
La tercera sesión fue un poco caótica, entre vueltas abortadas e intentos a dos vueltas. Así empezó Verstappen, que abortó su primer intento, lo que provocó que Valtteri Bottas se lo encontrase en la zona del estadio, y tuviera un ligero bloqueo de rueda que arruinó su vuelta, y que casi le cuesta una sanción al holandés, que por suerte no llegó para no echar más leña al fuego. Verstappen se había apartado bien.
Así que Hamilton fue el que marcó la referencia, que pronto le arrebató Vettel y poco después Verstappen en su segunda vuelta, con un 1’16»574 que quedaba como referencia a superar en el segundo intento. Ricciardo seguía la misma estrategia a dos vueltas que su compañero, prueba de que al Red Bull le costaba sacar el rendimiento de las ruedas a un intento único.
En el momento de definir al piloto y al coche que debería salir en primera posición, surgió de manera casi inesperada Vettel. Porque Bottas no superó a Verstappen, Hamilton no mejoró su vuelta, tampoco Räikkönen, ni Ricciardo. Sebastian Vettel sacó la quintaesencia de su Ferrari y de su pilotaje para hacer una vuelta perfecta, el récord en clasificación del circuito, con una precisión absoluta. Uno de esos momentos en que los críticos del alemán deben preguntarse cómo ha logrado hacer eso. Porque no, Sebastian no debía estar ahí, marcando un 1’16»488 que superó a todos, que le dio su pole número 50 –cifra para nada despreciable–, con la que lograba, además de una satisfacción difícil de disimular, dos circunstancias: por un lado, Verstappen no le arrebata aún su récord de poleman más joven de la historia. Por otro, expulsaba de la primera fila a Hamilton, algo que no se veía desde el G.P. de Singapur de 2016. Es decir, ponía en ciertos problemas a su rival por el título. Vettel estuvo magistral.
Claro, que es difícil decir que Verstappen no lo estuvo. Sólo 0’086 segundos les separaron. Así de buena fue la vuelta de Max. Así de justo estuvo. Y sin embargo, Hamilton estaba muy lejos, a 0’446 segundos. Una diferencia demasiado amplia en un circuito tan corto. A Lewis le costó encontrar la velocidad pura que suele ser su sello distintivo. Por esta vez, tuvo que digerir un mal resultado.
Pudo ser peor, porque a Bottas lo tenía muy cerca y eso hubiera significado salir en la zona sucia, muy marcada en este trazado. Quinto sería un gris Räikkönen, a una distancia descomunal de 0’750 segundos de su compañero de equipo. Brillante estuvo Ocon, sexto, superando por tan sólo 0’010 centésimas a Ricciardo, absolutamente desconocido. Sainz no pudo finalmente con su compañero: iba a ser un excelente noveno, pero a algo más de tres décimas de Hülkenberg. La décima posición fue para el héroe local, un Pérez muy querido en la grada –no podía ser menos–, pero que quizás acusó un exceso de presión ambiental.
El domingo, Ricciardo recibía la mala noticia de que algunos componentes de su motor tenían que ser sustituidos. Eso le suponía una sanción de 10 posiciones, por lo que partiría 17º en un fin de semana que se le había atragantado al australiano. Pero las miradas estaban en los tres primeros, en la lucha por el Mundial.
Se apagaron los semáforos y la inmensidad de la recta hacía parecer que jamás llegarían a la primera curva. Vettel salió bien, pero con el juego de rebufos, tanto Verstappen como Hamilton estaban en posición de disputar el liderazgo. Así que Vettel protegió inteligentemente el interior, con Max en su exterior. El holandés no cedió pese al severo –pero legal– acorralamiento del alemán. Las ruedas del Red Bull por apenas centímetros dentro de los márgenes de la pista. En la siguiente curva a izquierdas, Verstappen era el líder. Vettel, en su intento de salvar la situación, precipitó el cambió de dirección y tocó al holandés. Su alerón estaba dañado.
Hamilton lo veía todo en primera fila y se movió inteligentemente por el exterior de la segunda curva, hábil, colocándose en segunda posición. Pero tres coches en una misma curva es algo imposible, así que Vettel, que no tenía donde ir, reiteró su toque con el maltrecho alerón delantero en la rueda trasera derecha de Lewis. La imagen fue terrorífica por un instante: Hamilton estaba pinchado, Vettel segundo. Las piezas habían volado entre los contendientes al título.
Obviamente, al acabar la primera vuelta, tanto Vettel como Hamilton visitaron los boxes y colocaron neumáticos blandos, en una hipotética apuesta a una sola parada. Estaban hundidos en la clasificación, mientras que el aguerrido Verstappen estaba en un sólido primer lugar, con un inoperante Bottas a su espalda, que apenas le iba a plantear problemas durante la carrera.
También Sainz tuvo que visitar los boxes en la tercera vuelta para solucionar un pinchazo, lo que dejaba hipotecada su carrera tras un buen arranque. Poco después, en la sexta vuelta, Daniel Ricciardo enfilaba el carril de boxes para abandonar la carrera. Un fin de semana para olvidar para el piloto australiano, definitivamente.
Verstappen se escapaba, imperial como se había intuido durante el fin de semana, excepto en esa esquiva tercera sesión de clasificación ante un majestuoso Vettel. Nadie, sólo él mismo o su monoplaza, podrían impedir que la hipnótica belleza de su pilotaje, descontroladamente controlado, hicieran suyo este circuito. La lucha por el liderato era una quimera, con un Bottas incapaz de responder al ritmo del Red Bull. Así que la mirada se fijó en la remontada de los líderes del campeonato.
Y mientras Vettel ascendía con alegría, Hamilton, quizás con algún desperfecto en su monoplaza, era incapaz de progresar con la misma solvencia. Tan era así, que en la vuelta 22 el líder del campeonato se veía doblado por Verstappen. Sí, algo circunstancial, pero una imagen muy fuerte. Pero Hamilton tenía la mirada puesta en otro objetivo: esta carrera estaba perdida. Sólo tenía que saber dónde estaba Vettel, y prácticamente ni eso.
La carrera, más allá de puntuales luchas a partir del tercer lugar, con un brillante Ocon, estaba estable. Hasta que el STR12 de Hartley dijo basta, con el motor dañado, lo que motivó un coche de seguridad virtual en la vuelta 32. Eso provocó una avalancha de visitas a boxes, entre ellas también las de Vettel, que puso ultrablandos, y de Hamilton. Cuando la carrera se relanzó en la vuelta 33, Verstappen siguió escapándose, y el único cambio en la zona alta fue que Räikkönen logró hacer suyo el tercer puesto.
Vettel trepaba, y en la vuelta 57 era cuarto. Nunca se iba a mover de ahí, y eso era insuficiente. Hamilton lograba llegar hasta el noveno puesto, más que suficiente para asegurar su cuarto título mundial. Eso era en la vuelta 69, tras pasar a Alonso en una lucha en que hubo toques entre ambos. Poco antes, en la 62, había abandonado Sainz. Para Vettel, la vuelta rápida de consolación, una prueba de que quizás, sin el incidente de la primera vuelta, la carrera al menos podría haber sido suya.
Pero era de Verstappen, con mano de hierro. Respondiendo donde se debe responder a quienes juzgan su pilotaje: en la pista. Otra victoria de quien, como cualquier observador reflexivo podrá detectar, está llamado a grandes resultados. Si, y sólo si, el talento de Verstappen no se ve premiado con por lo menos un título mundial, este deporte habrá vuelto a cometer una injusticia con los talentos naturales puros que surgen tan de tanto en tanto.
Pero en México, los títulos tenían el nombre de una leyenda. Llegaba noveno, pero Hamilton lograba el cuarto campeonato del mundo. Abría definitivamente la habitación en la que estaban únicamente Vettel, su rival, y Alain Prost. Un Prost cuya parcela era cómoda hace sólo cinco años, y que ahora empieza a estar muy ocupada. Llegar a cuatro campeonatos no es fácil, e indica la grandeza objetiva de quien lo consigue. La manera de trabajar de Hamilton ha crecido de manera exponencial. Se critica su vida personal, pero en la pista, tras el volante, Hamilton es uno de los pilotos más grandes que ha visto jamás este deporte, a la altura de sus ilustres compañeros de escalón, y cerca de quienes están por delante.
Atrás queda Jackie, Nelson, Jack, Niki. Ayrton Senna. Se puede argumentar hasta el infinito la validez de los títulos ganados con el mejor coche, pero la obtusidad del argumento acaba por desmoronar, una vez analizado, el edificio de campeones de este deporte. Lo que sí resulta curioso es que en esta década hayamos tenido dos tetracampeones, en dos épocas de severo dominio de dos equipos. Nunca en la historia se ha producido una situación así, y es algo sobre lo que reflexionar. Pero es que Lewis cambió de equipo lanzándose a un hipotético vacío –los que auguraban su descalabro allá por 2012 estaban errados– para conseguir el mejor coche, y trabajó para eso. Mercedes trabajó para eso, y sabía que para completar el conjunto necesitaba a un talento que se estaba diluyendo en una McLaren que empezaba a vagar sin rumbo –otra señal que algunos no vieron–. La pieza era Hamilton. Juntos merecen cada momento de dominio del que disfrutan.
Así que Hamilton es ahora el británico más laureado de todos los tiempos, y eso también es mucho decir en el país que es el hogar espiritual de la Fórmula 1. Pero para añadir todavía más leyenda a la leyenda que es Hamilton, sirva otro dato escalofriante. Lewis es ya el piloto más laureado a bordo de un Mercedes de Gran Premio, esa Mercedes que –atentos los despistados– ha dominado con mano de hierro siempre que ha competido en los Grandes Premios. Juan Manuel Fangio consiguió dos mundiales, pero Rudolf Caracciola consiguió tres títulos de campeón de Europa en los años treinta. Obsérvese de quienes hablamos, de a quienes va superando Hamilton: Senna, Schumacher en algunos ámbitos. Al Maestro Fangio. Al Titán del Automovilismo que fue Caracciola. Con esos nombres se codea Hamilton. ¿Hace falta añadir más fuego a la llama del mito?
Hamilton, el chico que pudo ganar el mundial el año de su debut, ese talento bruto que se ha ido puliendo poco a poco, dejando atrás los desequilibrios. Hamilton, el sereno piloto de velocidad vibrante. Un regalo para los sentidos poder disfrutar de su pilotaje, de ser testigos del nacimiento y crecimiento de un piloto que, cuando seamos viejos, y la Fórmula 1 sea algo muy distinto a lo que conocemos y no nos guste por seguir quejándonos, recordaremos con ese sabor de nostalgia de los ‘buenos viejos tiempos’. Yo vi pilotar a Lewis Hamilton. Yo disfruté de su arte. ¿Qué estabas haciendo tú? Felicidades, Lewis. Gracias por todas las emociones.
(Publicado el 30-10-2017 en http://soymotor.com/articulos/gp-de-mexico-f1-2017-yo-vi-pilotar-al-legendario-lewis-hamilton-941597)