Almacén F-1

Presente, pasado y futuro del deporte del motor

Leo Kinnunen y la Targa Florio de 1970

Era un soleado 3 de mayo de 1970 en Sicilia. Eso podría significar los primeros escarceos hacia las playas de la isla italiana, pero en realidad, más de medio millón de personas estaban volcadas en otra actividad que hacía aumentar todavía más la temperatura de sus cuerpos. Ese día se estaba disputando la 54º edición de la Targa Florio.

Era la última de las once masacrantes vueltas al circuito de 72 kilómetros que desde el nivel del mar llevaba a las montañas de la Madonia, y bajar. Eran once vueltas ese año porque el reglamento del Campeonato del Mundo de Sport obligaba a que las carreras durasen o 1.000 kilómetros, o bien un mínimo de 6 horas. Con once vueltas, la distancia sería de 792 kilómetros, pero la duración superaría el tiempo mínimo fijado.

Sin título

La última vuelta, que veía al Porsche 908/3 nº 12 de Jo Siffert y Brian Redman en el liderato, que habían tomado en la vuelta ocho después de una carrera que, a posteriori, se denominó la “Targa Kolossal”, porque vivió una frenética lucha entre Porsche y Ferrari. Con cuatro vueltas para el final, el liderato era del Porsche nº 12, pero hasta entonces había sido de un sorprendente Gérard Larousse, con un viejo Porsche 908/2 en pareja con Rudi Lins. En la tercera vuelta, el liderato fue para Pedro Rodriguez y su moderno Porsche 908/3, en pareja con Leo Kinnunen, pero al comienzo de la quinta vuelta, el héroe local, Nino Vaccarella, tomaba el comando con su mastodóntico Ferrari 512S, que compartía con Ignazio Giunti.

Era una proeza, porque Porsche, que había llevado los 917 a las carreteras sicilianas, se dio cuenta en los entrenamientos libres que no servían para el sinuoso trazado, así que ejecutó el plan B: los 908/3, un coche derivado de los 909 de montaña, y que veía su tercera evolución. Era ligero, sólo 545 kilogramos, para un motor de ocho cilindros bóxer de 3.0 litros que entregaba 350 caballos. Es decir, 1’55 kilogramos por caballo. Era ligero y manejable, con el piloto colocado muy delante, y con una carrocería ligerísima y sencilla, unido a una distancia corta entre ejes que lo hacía ideal para la Targa. Llevaron cuatro modelos, con las decoraciones de Gulf un punto psicodélicas, y con los cuatro símbolos de la baraja de póker en la parte frontal izquierda. Un auténtico póker.

Frente a ellos, Ferrari había fallado en desarrollar a tiempo su pequeña barqueta de 3 litros derivada del 212E campeona de montaña en 1969, y primer esbozo de la 312P bóxer. Así que tenía que luchar contra las “bicicletas” –como se apodó a los Porsche– con un coche, como decíamos, mastodóntico. Y aun así, de la quinta a séptima vuelta, Vaccarella hizo casi un esfuerzo sobrehumano para contener el ataque de aquellas avispas. Imposible. Ahí están las fotos de absoluta fatiga al volante de “Il Preside Volante”.

Nino Vaccarella su Ferrari 512S in coppia con Giunti alla Targa Florio del 1970

El Porsche era tan bueno, que en los entrenamientos había logrado marcar un tiempo de 34’10 minutos, firmado por Jo Siffert. El más cercano fue su compañero Vic Elford con 34’37 minutos, y Vaccarella, más por conocimiento absoluto del terreno que por rendimiento del coche, un 34’46. Por eso David York, manager del equipo de John Wyer que gestionaba los Porsche en pista, declaraba con suficiencia que eran capaces de bajar a los 33 minutos. Sonaba a absoluta bravuconada.

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Era la última vuelta de una carrera agotadora. Jo Siffert estaba en el liderato, seguido por el Ferrari con Giunti en el volante. Por detrás, Leo Kinnunen en el Porsche 908/3 número 40, marcado con el trébol. Kinnunen, que en octubre del año anterior había tenido un test con Porsche en el Österreichring, proveniente de la F3 y de algunas carreras de sports de ámbito local. Con el 917 entre manos, el ingeniero de desarrollo de Porsche quedó impresionado: “el piloto más dramático de todos fue Kinnunen. Lanzaba el coche por las curvas como un demonio, en un auténtico estilo de rally.” El resultado fue su fichaje sorpresa para el equipo oficial en 1970 para ser pareja de todo un Pedro Rodríguez. Y ahí estaba, en la última vuelta de la Targa Florio, a punto de hacer algo legendario que casi nadie esperaba.

Lanzado desde Floriopoli a Cerda, ágil por los tramos de montaña de Sclafani Bagni, Polizzi y en la difícil bajada hacia Collesano. Y sin dejar jamás las enlazadas hasta Campofelice di Roccella, desde la que se respiraba en la larga recta de Bonfornello. Leo volaba, besaba los bordillos, los pilones que delimitaban la carretera. Era una cuestión de valor en el circuito más difícil de todos los tiempos. Y había que superar a un Ferrari que pretendía arrebatar el doblete a Porsche.

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Y lo superó. Y al llegar a la meta de nuevo, para la sorpresa de todos, el cronómetro lanzó un registro casi imposible: 33 minutos, 36 segundos. Exactos. De un debutante en la Targa Florio. Si Porsche quería un 33, Kinnunen se lo acababa de dar con creces. Acaba de rebajar en casi minuto y medio el anterior récord. Años después, Leo lo recordaba así:

“Memorizar la Targa Florio, con sus 72 kilómetros, me resultó imposible. Pero hice tres turnos durante la carrera porque Pedro estaba un poco indispuesto. En la última vuelta había muchos coches lentos por el trazado, pero no perdí apenas tiempo en pasarlos. Además, como no le gustaba mucho al jefe de Porsche, me hacían correr con un nivel más bajo de revoluciones: en vez de las 8.400, sólo me dejaban llegar a las 7.000, unos 50 caballos menos de los que podría haber tenido. Con más potencia, hubiera sido más veloz todavía. Supe que fui rápido en esa vuelta porque me aprendí el circuito con el corazón.”

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Hubo cierta polémica porque se pensó que el tiempo se debía a un error de cronometraje, pero nadie, ni Vic Elford el año siguiente -33’45-, ni Helmut Marko en 1972 -33’41-, pudieron batir un tiempo legendario, de esos que forman parte de la mitología de un trazado.

Lo hizo con el corazón, el mismo que ayer 26 de julio dejó de latir a los 73 años, casi 74 porque su cumpleaños hubiera sido el próximo 5 de agosto. Desde el frío de Finlandia tuvo que llegar quien en el calor siciliano marcase la mejor vuelta de la historia del trazado. Un vuelo muy bajo. Una gesta.

Con L de Leo.

Con L de Leyenda.

Descanse en paz, Signore 33’36.

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