Mclaren y 2017: bola de partido.
Mclaren afronta en 2017 su tercer año de colaboración con Honda. Una colaboración que desde su inicio en 2015 se anunció a bombo y platillo como la que reverdecería los laureles de la legendaria asociación, pero que ha visto en este tiempo cómo el objetivo era mucho más difícil de lo esperado, teniendo que sortear todo tipo de dificultades que han convertido el camino de rosas en uno de espinos.
Sin embargo, la temporada 2017 ofrece al conjunto la posibilidad de partir de cero, pero con el bagaje de lo ya aprendido y evolucionado. Ahora bien, ¿realmente Mclaren y Honda están en disposición de dar un verdadero paso de gigante y encaramarse a las posiciones de cabeza de la parrilla?
Comencemos por el organigrama de la escudería. La virulenta lucha de poder librada en 2016, y que acabó con la salida de Ron Dennis por la puerta trasera de Mclaren, de su Mclaren, no puede haber hecho ningún bien en el seno de Woking. Al fin y al cabo, los trabajadores han perdido al alma máter del equipo, un aglutinador y motivador como quizás no se veía en el campo de las carreras desde Enzo Ferrari. Así de bueno era Dennis. Su marcha ha sido traumática, y los nuevos dirigentes, aunque viejos conocidos, no dejaban de estar alejados del día a día. Dennis estaba allí cada hora útil, y eso es algo muy importante para el ambiente. El nuevo Director del Grupo Mclaren, Zak Brown, es un hombre muy competente, y seguro que tiene buenas ideas, pero hasta qué punto sea capaz de entender la idiosincrasia de un equipo fuertemente influido por las prácticas de Dennis, modificarlas, y hacerlas diferentes, es algo que se tendrá que ir viendo con el paso de los meses. Junto a ello, la caída en desgracia de Jost Capito, un muy hábil gestor, tampoco es la mejor de las noticias para la reestructuración del equipo. Pero era un hombre «Dennis». Los nuevos dueños no podían permitirlo, cosas de la política de empresa, pero que sin duda denota estrechez de miras ante quien podía ser una figura muy útil para el resurgimiento.
De momento, Brown observa, analiza, y planifica. En el plano deportivo, su objetivo es ser campeones a finales de esta década. Eso denota una mentalidad lógica ante la montaña de trabajo y desarrollo que habrá detectado que es necesario hacer. El problema es que Mclaren necesita el éxito cuanto antes, por historial y por otro motivo menos poético: el crematístico. La sección de F-1 consume una gran cantidad de dinero de la compañía. Hasta ahora, no parece haber habido excesivos problemas en asumir ese gasto, entre lo que reporta la sección de coches de calle y lo que aporta Honda, pero no podemos olvidar que en Woking no tienen un patrocinador principal desde hace ya demasiados años. Las cuentas son deficitarias, pero se salvan. Sin éxito en pista, la visibilidad es escasa, y los patrocinadores no llegan, lo cual se unió a la arrogante postura de Dennis de no estar dispuesto a rebajar su caché en este aspecto. O empiezan a ganar, o la crisis será cada vez más profunda.
Porque sí, Mclaren lleva dos temporadas, incluso tres, sumida en una crisis que es ya la más cruenta de su historia en el plano deportivo. ¿Y quién es el culpable?. ¿La propia Mclaren?. ¿U Honda?. En 2015 es obvio que Honda no estuvo a la altura, con un motor falto de potencia, pero que además era frágil como el cristal. Pero antes de entrar en el motorista, hay que diseccionar la realidad de Mclaren.
No, el de 2016 no fue el tercer chasis de la parrilla ni remotamente. Ese coche no estaba ni en el plano de manejo, ni en el aerodinámico, entre el top tres. De hecho, son sextos en el campeonato, aunque eso es un cúmulo de más circunstancias. La llegada de Peter Prodromou, que fuera mano derecha en Red Bull del gran Adrian Newey, parecía la panacea para el equipo. Pero en 2016 el coche era todavía muy nervioso, inestable, devoraba los neumáticos y generaba bastante resistencia aerodinámica. En circuitos lentos y ratoneros, se mostraba más benigno, pero en los circuitos más exigentes con lo que es el monoplaza en sí, el rendimiento era mediocre, quizás con la única salvedad del Gran Premio de Estados Unidos. Así que para 2017 Prodromou tiene la oportunidad de demostrar que su nivel como diseñador está a la altura de lo que Mclaren espera de él, con nuevas normas que premian la excelencia aerodinámica, campo en el que su mentor Newey es un maestro. Es el momento de ver el nivel del técnico de Mclaren.
Y es muy importante que Mclaren haga un buen coche independientemente de lo que haga Honda. Miremos a Red Bull: un gran chasis y aerodinámica, unida al tercer motor de la parrilla, dan como resultado dos victorias y un subcampeonato en el campeonato de constructores. Y en los años gloriosos, cuatro campeonatos. Por lo tanto, gran parte de la pelota está en el tejado de Woking. La otra parte está en el de Honda. Su rendimiento en 2015 fue patético, pero en 2016, bajo el nuevo mando de Hasegawa, el motor realmente mejoró. Su fiabilidad no fue excelente, es cierto, pero el nivel de potencia aumentó, como también lo hizo la recarga de batería. Ellos mismos reconocen sin medias tintas que su motor es el peor, por detrás del Mercedes, Ferrari y Renault. Sus objetivos eran mayores que los obtenidos. Y sin embargo, cuando algunas de las piezas empiezan a encajar, Honda anuncia un motor totalmente rediseñado para 2017. Eso es una moneda al aire.
Obviamente, la eliminación del sistema de tokens beneficia a Honda más que a nadie en toda la parrilla, porque por fin podrán atacar los problemas carrera a carrera, y desarrollar nuevos conceptos. Como todos. Pero mucho ojo a la capacidad de sacrificio de los japoneses, que con las manos liberadas puedes ser inagotables en busca de la excelencia. Pero, ¿por qué un motor completamente nuevo?. Honda no esconde que quiere reposicionar algunos elementos, y dar un enfoque distinto al motor. Es decir, lo que viene siendo imitar el único concepto que realmente ha funcionado en la era híbrida: el de Mercedes. Copiar. Y cuando uno copia, se puede encontrar con sorpresas que hasta entonces desconocía, cuando hasta ahora se nos había dicho que sólo siguiendo un camino diferente se podía vencer a Mercedes. Honda lo abandona. Veremos si para bien.
En el plano de pilotos, la salida de Jenson Button en un año de cambio no es lo más adecuado, más aún por la gran capacidad de análisis del británico, piloto muy sensible a los cambios y evoluciones. Pero Stoffel Vandoorne no podía esperar más, y Mclaren no podía tampoco dejar escapar a uno de los pilotos más talentosos de la nueva generación. Su año sabático en Japón, según él mismo, no le ha servido para nada, salvo para mantenerse en competición, que no es poco. Ya dejó claro de lo que era capaz cuando debutó en Baréin, en el segundo Gran Premio de 2016, consiguiendo el primer punto del año para Mclaren. El único pero que se le puede poner es su capacidad de comprensión de los detalles de esta F1 tan compleja, pero lleva mucho tiempo arropado en Mclaren como para que no vaya a estar al nivel. Eso sí, Vandoorne es un animal competitivo brutal, como hemos visto en otras categorías, y no va a dejar perder ninguna oportunidad, sea quien sea el que está al lado. El gran temor es que Mclaren no haga un buen año, y Stoffel sea sacrificado en el altar de los pilotos prometedores de Mclaren en un año malo: Pérez, Magnussen… ¿Stoffel?.
El belga se aprovechará, seguro, de la experiencia de Fernando Alonso, ahora sí único punta de lanza del equipo. La calidad del español no puede ser puesta en duda, y algunas de sus actuaciones en la temporada pasada dejan a las claras que el nivel de pilotaje sigue ahí. Eso sí, perdiéndose en luchas menores, derrochadas en vano. Porque Alonso podrá decir que es feliz, pero es difícil creer que en el plano deportivo esté contento: él califica el 2016 como la tercer mejor temporada de su vida, pero también dice añorar la lucha por el título mundial. Más aún, debe echar de menos terriblemente algo como luchar por podios o victorias, aunque sea puntualmente. ¿Divertirse?. Alguien con su sangre de competidor exacerbado no puede estar divirtiéndose en esta Mclaren. Prost no se divirtió en 1991, Senna no se divertía en 1992, 93 y 94, y Schumacher tampoco era muy feliz que digamos en 2005. Les habían quitado su razón de vivir: ganar. Lo que Fernando no saborea desde 2013, van ya para cuatro años. La motivación seguro que sigue intacta, pero la esperanza en este proyecto de 2017 debe de ser muy alta, y el tiempo empieza a jugar ya en su contra. Año decisivo, al final del cual podría abandonar la F-1 para siempre, con miras a otras categorías hacia las cuales no esconde su atracción. Y veremos, si Vandoorne está a su altura, cómo se maneja ese enfrentamiento.
Así que Mclaren-Honda tiene que dar con la tecla. Ya no caben excusas. Dos años de experiencia, reglas nuevas que permiten acortar distancias. Se abre una posibilidad que en un medio estabilizado no se hubieran dado jamás. ¿Luchar por el campeonato?. Prácticamente imposible, visto lo visto. Pero la bola de partido está en Mclaren: o dan un gran salto cualitativo, o los problemas les podrían llevar hacia un futuro demasiado delicado.
(Publicado el 10-1-2017 en http://www.laf1.es/articulos/mclaren-bola-de-partido-928425 )
Esperemos que den con con la tecla, porque si no me veo a Fernando Alonso corriendo el LeMans en 2018
Por cierto, excelente análisis.
Gracias, lo primero. Y por supuesto, la esperanza en los técnicos tanto de Mclaren como de Honda no debemos perderla. Tienen la capacidad para hacer algo bueno, pero es cierto que las condiciones no parecen las más idóneas. Vamos a ver. Un saludo!