GP ITALIA 2014: Sucumbir a la presión.
Al bajar del podio del Gran Premio de Bélgica, Nico Rosberg debía pensar en muchas cosas. En el conflicto que se acababa de desencadenar en el seno de su equipo tras su toque con Hamilton. En los pitos que la afición le había brindado por su actuación. En la presión que de repente se le venía encima. La charla con el equipo posterior tampoco ayudó a rebajarla.
La prensa alimentó el conflicto durante dos semanas. Y llegó Monza. Rosberg es el líder del Mundial, pero conforme llega el final del campeonato, aquellos pilotos que no se han visto nunca en esta situación, sucumben a veces a la presión. Le pasó a Webber en 2010, cuando se estrelló en el Gran Premio de Corea.
Todas las miradas estaban puestas en los pilotos de Mercedes. El equipo intentaba enfríar los ánimos, aparentar normalidad. Pero Rosberg era el que cargaba con toda la culpa: desde el equipo hasta una afición que le criticaba por competir. Y en Monza, Hamilton estaba dispuesto a “hablar en pista”, como había prometido. Escondió sus cartas, especialmente cuando Rosberg se quedó fuera del coche durante toda la tercera sesión de entrenamientos libres (más presión). Y en la clasificación, el campeón de 2008 aventajó holgadamente a su compañero de equipo.
Pero en la salida, toda la tensión se disipó: Hamilton protagonizaba una salida nefasta, cayendo a cuarto lugar, mientras Rosberg se empezaba a escapar en cabeza. Magnussen, Massa y Hamilton le seguían. Pero los tiempos de Rosberg no eran todo lo buenos que deberían para abrir un hueco desde el que controlar la carrera.
Entonces, el primer error: pasada de frenada en la primera chicane, con lo que Massa y Hamilton (que ya habían rebasado a Magnussen), se acercaban a poco más de un segundo, pero sin poder atacarle seriamente. El liderato del alemán era frágil, y Hamilton estaba agazapado tras Massa, hasta que lo adelantó. Comenzó la persecución directa. Se acercó, pero al salir de boxes, Rosberg conservaba el liderato.
Hamilton estaba como en los mejores días, destilando toda la perfección de su pilotaje. Ni un error. Tiempos constantes. Un ritmo impresionante, aprovechando la buena preparación de la carrera durante todo el fin de semana, extrayendo todo aquello que había estado ocultando. Se acercaba cada vez más.
Y Rosberg sucumbió a la presión: cometió el mismo error en la misma curva. Pero esta vez, Lewis estaba ahí para adelantarlo y hacerse con el liderato. Los responsables de Mercedes debieron respirar, pues al menos se había evitado la confrontación directa entre ambos. Pero Rosberg debió de sentir aún más la tensión acumulada, las miradas fijas de todo el planeta sobre su error. No pudo mantener el ritmo, pero aún así, consiguió conservar la segunda plaza.
Hamilton ganó a lo grande: pole, vuelta rápida, y victoria. Sí, sólo ha recortado 7 puntos, pero ya está a 22, menos de una victoria. Pero sobre todo, es la victoria moral, la inyección de confianza, la confirmación interna de que puede vencer este campeonato. Que queda mucho por pelear, pero que nada está perdido. Hoy Lewis se ha reivindicado como el campeón que quiere convertirse en bicampeón.
Mientras tanto, Rosberg tenía que soportar de nuevo los (incomprensibles) abucheos del público italiano en el podio. No, no merece ese trato. No hizo nada incorrecto, pero lo hizo con su compañero y rival, y por eso su acción adquiere tintes más dramáticos y sospechosos, pero no ha hecho nada más que competir. Y lo hace con limpieza (pese a la insinuación de algún periodista español de que lleva todo el año siendo poco limpio).
El espontáneo Jean Alesi trataba de firmar una paz forzada en el podio entre Lewis y Nico, pero la respuesta de Lewis lo dice todo: “somos compañeros”. La cara de Nico era la de la derrota deportiva y moral. Lewis no va a conceder ni un centímetro a la compasión, a los sentimientos que una vez les unieron. Es la guerra. Es la lucha por un título de campeón del mundo de F-1. Y para los pilotos no existe nada más que eso.
El que estaba exultante y relajado (también por su renovación) era un Felipe Massa que aprovechó al máximo su ocasión. Muy buena carrera del brasileño, que salvó el podio destinado a Williams, muy fuerte este fin de semana, pero no lo suficiente como para plantar cara a las Flechas de Plata. Ha corrido de maravilla, y no hay un pero que poner al siempre criticado piloto. Su baño de multitudes en el podio, con miles de aficionados coreando su nombre, es una inyección de moral y cariño que el piloto necesitaba y merecía. Su reciente pasado ferrarista no se borra como si nada, y sigue siendo muy querido entre el público italiano. Bottas, que pensaba seriamente en la victoria, salió peor aún que Hamilton, y toda su carrera fue a la remontada. Lo hizo bien, muy bien, y se ha encaramado a la cuarta posición del campeonato, superando a Fernando Alonso. Y de paso, Williams también supera a la Scuderia y se coloca tercera en el campeonato de constructores. Gran temporada del equipo inglés, que el año pasado soñaba con puntuar.
Y entonces, Ferrari. Jugando en casa. En el único lugar donde no se puede permitir el ridículo. Y el ridículo fue mayúsculo. Su posición hubiera sido 9º y 10º, posiciones esta última en que rodaba el español cuando el motor de su Ferrari dijo basta. Una de las pocas virtudes de la Scuderia, la fiabilidad, perdiéndose en su feudo. Final de una brillante racha sin dejar de puntuar para Alonso, que a duras penas lo hubiera logrado hoy. Por su parte, Räikkönen hizo una buena carrera, saliendo el 11º, y se encaramó (gracias a la sanción a Magnussen) al 9º puesto. Lamentablemente, hay que definirlo como buena carrera teniendo en cuenta el material con el que cuenta, y la brutal falta de velocidad punta en Monza. No se le podía pedir más.
El que volvió a estar brillante fue Ricciardo, que acabó 5º, remontando, y superando en pista en una lucha cerrada a su compañero Vettel, minando aún más si cabe la moral del alemán, que está recibiendo una verdadera paliza de su nuevo compañero. Vettel no ha perdido ni la velocidad, ni las manos, ni todo aquello que le hizo ganar cuatro mundiales consecutivos. Pero su adaptación al coche deja bastante que desear, y se ve muy superado carrera a carrera.
Agradecer a Button y Pérez su preciosa lucha en pista. Limpia. Sin cuartel. Con el mejicano sin rendirse nunca, quizás espoleado por tener que luchar con su ex – compañero en McLaren. Y le ganó la partida. A su vez, Magnussen hizo una carrera muy interesante, subiendo a la segunda posición en la salida, pero bajando posiciones por las carencias de su coche. Luchó bien, pero en su batalla con Bottas, los comisarios consideraron que había ido demasiado lejos, y le impusieron una sanción de 5 segundos por echar a un piloto fuera de la pista. Si se analiza la maniobra, no se ve la intencionalidad de echar de la pista a Bottas por parte del danés: ambos entran pasados a la primera chicane, y el piloto de McLaren gira el volante para trazar la curva en todo momento, sin hacer el más mínimo movimiento para sacar a su rival de la pista, el cual, a su vez, es cierto que no tuvo más remedio que salirse de la pista. Quizás los comisarios valoraron la reincidencia de Magnussen tras lo acontecido en Bélgica. Pero hubo varias acciones así durante el Gran Premio y no tuvieron sanción.
Y así abandona la F-1 Europa. Con la presión en todo lo alto para los contendientes al título. Uno parece haber superado toda la que tenía durante la temporada, y se presenta como un fuerte rival. El otro acaba de mostrar su primer signo de debilidad. Mientras, el campeonato enfila su recta final. Siguiente prueba, la nocturna Singapur.