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G.P. Hungría 1998: Brawn ordena lo imposible, Schumacher crea una leyenda.

Copyright Cahier Archive.

Schumacher, Hungría 1998. Copyright The Cahier Archive http://www.f1-photo.com/

16 de Agosto de 1998. Gran Premio de Hungría. El año estaba siendo duro, con Mclaren-Mercedes y su piloto Mika Hakkinen como dominadores. Ferrari estaba en pleno ascenso, pero aún adolecía de una carencia de prestaciones notable. Intentaban enjugar la distancia como fuera, pero no era suficiente. Sólo Michael Schumacher era capaz de extraer la quintaesencia a su Ferrari F300, y mantenerlo en liza por el campeonato, aunque a 16 largos puntos de distancia al llegar a Hungría.

Hungaroring, un circuito complicado para adelantar, donde la clasificación era (y es) fundamental. Salir primero, o al menos por la zona limpia de la parrilla. Pero el sábado se repetía la tónica: los Mclaren delante, los Ferrari detrás. Hakkinen pole, Schumacher tercero a casi medio segundo (lo que en un circuito corto y revirado, es un mundo). Ferrari y su piloto necesitaban la victoria para seguir en la pelea por el título, o Hakkinen abriría una brecha demasiado grande.

Era un domingo soleado, típico de agosto, en el que se disputarían las 77 tortuosas vueltas al trazado magiar, a fin de celebrar el 626º Gran Premio de la historia. La salida fue la esperada: Hakkinen arranca bien y mantiene el liderato, Coulthard protege su segunda posición, y Michael Schumacher se pega a su zaga. El finlandés, vuelta a vuelta, se escapa. El alemán, vuelta a vuelta, intenta adelantar al escocés y arrebatarle la segunda posición: tarea vana en un trazado que no permite el adelantamiento.

El box de Ferrari, con el legendario estratega Ross Brawn a la cabeza, no tiene muchas opciones. O Michael adelanta en pista a Coulthard, o le adelanta en boxes. Pero la primera parada, en la vuelta 25, dejó todo como estaba. Michael no podía con la flecha plateada. Y Ross Brawn tuvo una idea: tres paradas, pista libre, y que Michael vuele sobre Hungaroring. Puede funcionar, o ser un fracaso.

Entonces, en la vuelta 42, llaman al alemán a boxes. Le habían informado de que cambiaban a una estrategia de 3 paradas. Está en los boxes poco tiempo: la idea es tener un coche ligero y rápido, y que Michael saque, una vez más, todo su potencial. Cuando el alemán enfila el carril de boxes para reintegrarse a la carrera de nuevo, Ross Brawn le comunica una orden que se convertiría en legendaria:

-“Tienes 19 vueltas para recuperar 25 segundos”.

La respuesta del piloto no fue menos mítica:

-“Muchas gracias”.

Y entonces, el silencio. No hubo voces en aquél cockpit. Sólo perfección.

Ron Dennis vió la jugada. El Mclaren de Hakkinen tenía algún problema, y Ferrari iba a por la victoria. En la vuelta 44 ordenó a Coulthard entrar a boxes para cubrir posición. La parada no fue mala en absoluto, considerando que no iba a volver a entrar en boxes. Pero cuando volvió a pista, Schumacher lo había pasado. Le había sacado 4 segundos. Pista libre.

El reloj no mentía. Vuelta tras vuelta, más rápido. Recortando más y más tiempo. Mclaren toma la decisión de parar a Hakkinen en la vuelta 46: hay que evitar que el alemán se acerque más. Inevitable: al volver a pista, Michael Schumacher es líder de la carrera con 5 segundos de ventaja.

Nada está hecho. Necesita al menos 20 segundos más. Tiene que volver a parar, y esa es la única esperanza de Mclaren. El alemán enlaza vueltas perfectas (salvo una pequeña excursión por la hierba en la última curva, vuelta 52). Un segundo o algo más cada vuelta, distanciándose de los Mclaren, impotentes ante tal derroche de pilotaje. Ni siquiera cuando Coulthard pasó a un renqueante Hakkinen por la segunda posición, pudo mantener una distancia que le permitiera mantener el liderato tras la parada del alemán.

Volaba. Era un hombre enfrascado en una misión. Bajo aquél casco, sólo había un objetivo, el de ganar, demostrar su superioridad, e incluso dar un golpe moral al rival. Cada curva, cada vuelta, perfecto.

Necesitaba un mínimo de 25 segundos. Cuando Michael Schumacher paró por última vez, sacaba  27 segundos a David Coulthard. La misión estaba cumplida. Volvió a pista primero, con una distancia confortable sobre el escocés. La victoria era suya, con un peor coche, pero con un pilotaje de leyenda. No fue la única vez que pasó algo así, pues en Francia 2004 hicieron algo parecido, pero con 4 paradas.

Las declaraciones posteriores de Schumacher delataban lo difícil del objetivo, pero lo satisfactorio que había sido lograrlo:

-“Fue increíblemente emotivo al final. Las personas se volvieron locas. Gracias a todos ellos por ayudarme y hacer de esta una de mis victorias más especiales. Tuve el sueño de que algo como esto podría suceder, pero pensé que era sólo un sueño. Yo no podía esperar esto. El equipo tomó la estrategia correcta y ha hecho un gran trabajo. No funcionó al principio y tuve que empujar como un demonio cuando Ross decidió ir a por las tres paradas. Cuando me dijo lo que tenía que hacer, le dije ‘muchas gracias’. Era como 60 vueltas de calificación en definitiva, pero funcionó”.

Ross Brawn sabía que el alemán podía hacerlo:

“Michael siempre se crece ante la ocasión. Empezamos la carrera con una estrategia abierta, pero una vez que estábamos detrás, tuvimos que ir a por los tres paradas. Era un riesgo, pero entonces no teníamos nada que perder. Le dije lo que tenía hacer y fue mucho pedir, pero ya lo ha hecho antes”.

Y el golpe moral al resto, como guinda del pastel. Coulthard sólo podía decir:

-“El ritmo que Michael fue capaz de mostrar antes de su última parada fue fenomenal. Yo no era capaz de empujar. Fue imposible una vez que estaba por delante. Es una notable actuación de Michael. Desde la perspectiva actual, hay que decir que la estrategia de tres paradas era correcta. Deberemos aprender de esto”.

Hakkinen, a su vez:

“Fue frustrante estar sentado aquí, incapaz de hacer nada viendo cómo los demás coches me pasaban. Obviamente, esto no es bueno para mí ni para el campeonato.”

En el recuerdo queda como una de las carreras más magistrales del heptacampeón alemán. Una demostración de velocidad, de entrega, de lucha, de confianza en el equipo, y de que jamás hay que rendirse. De que lo imposible sólo es imposible si no lo intentas.

Aquél día, Michael Schumacher demostró por qué iba a ser el más grande. Fue una de sus mejores victorias. Él, Ross Brawn, y Ferrari entera, nos regalaron un momento que pasó a la historia.

Mira. Y disfruta:

http://www.youtube.com/watch?v=vkylHkFjeys 

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