Almacén F-1

Presente, pasado y futuro del deporte del motor

GP de Austria 2014: desayuno de la victoria fácilmente profetizada.

Ya no es noticia. Da igual desde dónde salgan. Si no tienen problemas (como en Canadá), sabes, intuyes, puedes profetizar sin mucho riesgo, que los Mercedes harán doblete. Aunque el sábado, con Rosberg 3º y Hamilton en un lejano 9º, pudieras pensar que iban a verse apurados.

Pues no. Dos salidas perfectas, especialmente brillante en el caso de Lewis Hamilton, y ya estaban en la pelea. Los Williams duraron el tiempo que su estrategia les permitió. No eran rivales, o mejor dicho, no quisieron serlo. Da la sensación de que prefirieron amarrar un podio que tratar de ganar una carrera. Lógico, por otro lado, siendo un equipo que empieza a resurgir desde muy atrás. Pecaron de conservadores, no de ambiciosos. Al fin y al cabo, también profetizaron un doblete plateado.

Pese a ello, hubo algo de pelea. Massa lo intentó, pero parar el último del cuarteto de cabeza arruinó su carrera y su posibilidad de podio. Su brillante (y emotiva) pole del sábado se transformó en liderato, para caer al cuarto puesto durante casi toda la carrera y hasta el final. Bottas se mantuvo en la pelea todo el tiempo que pudo, y consiguió un gran podio, peleado y muy merecido. Mejor resultado conjunto del año para Williams, que de seguir por esta vía de rendimiento, aspira muy seriamente a la tercera posición del campeonato. No se deshinchan, sino que mejoran.

Hamilton hizo el domingo lo que no hizo el sábado: no cometer errores. Salvar un buen resultado y evitar una sangría de puntos con su compañero-rival, Rosberg, que saliendo más arriba, tenía más posibilidades de una victoria, como al final ocurrió. Pese a lo que pareció un intento final que, profetizando de nuevo, todos sabíamos que iba a quedar en nada.

Rosberg está muy fuerte. Sólido. Con la cabeza fija en un objetivo. Desayuna, almuerza y cena F-1. Debe leer las telemetrías hasta cuando está en el baño. Su nivel de implicación es total. Sabe que puede ganar el título, y que la posibilidad de que se repita la oportunidad podría no darse. No puede permitirse errores, despistes, relajación. Desde Mónaco, donde frenó la dominante racha triunfal de su compañero, está sacándole ventaja. Y poco a poco se aleja. Son ya 29 puntos. Los dos abandonos de Hamilton pesan. La regularidad de Rosberg se hace valer. Puede tomarse el respiro de tener un fallo, y seguir siendo líder. Acercándonos al ecuador del campeonato, es una ventaja importante.

Red Bull estuvo perdido en su circuito. Que Vettel volviese a abandonar casi no es noticia. Una clasificación terrible, y un abandono en carrera. Sería fácil dejarnos llevar por la “emoción” y caer en el reduccionismo de pensar lo malo que es Sebastian. Sería un error, porque nadie gana 4 títulos por suerte, ni aún con el mejor coche. Es cierto, sin embargo, que Ricciardo lo está barriendo del panorama, pese a que ayer ni estuvo ni se le vio en ningún lado. Octavo. Una de las luchas más cerradas entre los pilotos de un mismo equipo es ésta, y veremos al final del año quién la gana. De momento, el australiano, que como si hubiera hecho algún tipo de brujería aborigen, ha sacado los problemas del coche nº3 para pasarlos al coche nº1, quitándose de encima el mal fario de Webber. Un Webber que, por cierto, provoca el abandono de Vettel cada vez que va a un circuito (Australia, Mónaco y Austria…).

¡Ah!. Ferrari… La otrora todopoderosa Scuderia sólo ve cómo su piloto nº1 salva los muebles (si es que un 5º puesto se puede calificar así) carrera tras carrera. Han abandonado definitivamente el F14T, mal nacido, mal evolucionado, y mal motorizado. No tiene nada. La posición real del coche, quizás, sea la que ocupa Kimi Räikkönen. 10º en carrera. 12º en el Mundial. Puede que sea demasiado, dado los problemas de adaptación que sufre el finlandés (que no, de la noche a la mañana no se ha convertido en un pésimo piloto), pero rondará esas posiciones. Alonso ve apagada por 5º año consecutivo su ambición de ser tricampeón del mundo, y lo que es peor: si una debacle no lo remedia, este será un año sin victorias para el asturiano, ni para Ferrari, quien desde 1994 vencía al menos una carrera por año. Un pequeño dato así da la medida de la debacle en la que se encuentra el equipo transalpino.

Alonso, eso sí, sueña. Augura que en 2015 “nos acercaremos o estaremos al nivel de Mercedes”. Profetiza, sumido en la desesperación, con algo improbable: que un equipo que está 3º en la clasificación por sus manos, pero que es razonablemente el 5º en cuanto a rendimiento, dé el salto de estar en cabeza dentro de 9 meses, en Australia 2015, manteniéndose las mismas normas, y con al menos dos equipos (Mercedes y Red Bull) con dos bases tan sólidas y superiores, que no es de esperar su caída en poco tiempo. Profetiza con adelantar los tiempos, con un milagro que provoque que, lo que naturalmente tarde de 3 a 5 años, ocurra en meses. Profetiza, ansía, espera y desespera porque se le acaba el tiempo, ya que comienza el ocaso de su carrera. Empieza a verse en la media distancia la retirada. Puede decirse ya, sin temor a equivocarse, que ha pasado sus mejores años en Ferrari. La pregunta es si seguirá pasándolos.

Y mientras tanto, Rosberg, Hamilton, y todo el equipo Mercedes, acaban de tener su desayuno de la victoria. El séptimo del año.

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