Almacén F-1

Presente, pasado y futuro del deporte del motor

G.P. CANADÁ 2014: VOLVER A ENAMORARSE.

No. La Fórmula Uno no suele ser así. Ni siquiera todos los años hay carreras así de imprevisibles y emocionantes. Y sin embargo, cuando “sale” una carrera de este tipo, con tanta intensidad y emoción, con fallos de pilotaje, con fallos mecánicos, y con 5 pilotos luchando por la victoria, uno sólo puede que enamorarse. O mejor dicho: volver a enamorarse.

Es cierto que el circuito Gilles Villeneuve suele ofrecer carreras intensas y un punto imprevisibles. Porque todavía es un circuito exigente para las mecánicas, y sencillo en cuanto a su diseño. Nada de curvas de infinitos ápices. Nada de rectas prefabricadas y horquillas cerradas y muy anchas para propiciar los adelantamientos. Sí, tiene largas rectas y tiene horquillas. Pero es un diseño puro, trazado a golpe de vías públicas, en el que la tracción y la velocidad en recta es lo determinante.

Y ayer, de nuevo, una carrera de las que hacen afición. Y con cambio de tendencia. Mercedes ya no es imbatible, y los problemas mecánicos destrozaron su doblete. Primero con Hamilton, en una nueva preciosa lucha con su compañero Rosberg. Y luego al mismo Rosberg, que sin embargo pudo salvar la 2ª posición y hacerse más líder del Mundial. Inteligente el alemán, que prefirió cuidar su maltrecho coche (le podía haber dejado parado en cualquier momento) a tratar de defender con todas sus fuerzas la victoria.

Y ahí, a dos vueltas del final, llegó Daniel Ricciardo. Con un Red Bull del que muchos decían que en este circuito iban a sufrir y pasarlo mal. Seguramente no habían visto los resultados de años anteriores, con poles y victorias para el equipo austríaco. Llegó como un ciclón que nadie pudo parar, y se llevó su primer Grand Prix, la primera victoria en Fórmula Uno. De manera brillante y emocionante. La evolución de Ricciardo ha sido constante, desde aquellos días en el extinto HRT hasta esta temporada, en la que se está revelando como un piloto muy completo. De hecho, Red Bull puede estar tranquilo: el sonriente y afable australiano es una joya de futuro, y se está convirtiendo por méritos propios en un primero piloto de gran nivel. Su año está siendo de ensueño, batiendo de paso a su ya de por sí (y que a nadie se le olvide) impresionante compañero, Sebastian Vettel.

Un Vettel que sufre, se retuerce en un coche que no se adapta. Pero que no se rinde, y que sigue sacando el máximo potencial. Ayer, tercero. Buenos puntos y buena carrera.

Muy buenas también las carreras de Sergio Pérez y Felipe Massa. Excelentes, de hecho, hasta que en la última vuelta un pequeño error de cálculo del brasileño, un movimiento defensivo ligero del mejicano, ha desembocado en un accidente fuerte del que lo único a lamentar es la fibra de carbono. Hasta eso, se ha visto a un Felipe verdaderamente rápido, seguro, y combativo. Al Felipe, digámoslo así, de las grandes ocasiones, de los mejores tiempos. No está haciendo un mal año el brasileño, pero es cierto que no se ve reflejado en resultados ni en la clasificación general. Cierto que está siendo batido por su más joven compañero, Valtteri Bottas, pero la lucha es muy cerrada.

Maravilloso, obviamente, volver a ver el gran talento natural que es Sergio Pérez. Su año por Mclaren creó muchas dudas, e hizo pensar que el centroamericano era un “globo”, un talento sobrevalorado. Pero no, Pérez es un piloto prometedor, con una calidad aquilatada que se muestra de vez en cuando, pero que está ahí. Pena por el accidente.

Ferrari, en un circuito que históricamente le iba muy bien, se ha estrellado de nuevo. No había velocidad, ni tracción, ni potencia. No había capacidad para luchar. No había nada. El 6º puesto de Alonso, ya de por sí mediocre, sólo ha sido posible por el accidente de última hora. Raikkonen, trompo incluido, 10º con la campana sonando. Lamentable. Se introducían mejoras aquí, y parecía, al menos durante los libres, que funcionaban. En la clasificación se vió la realidad, y en carrera el resultado. Pensar en el subcampeonato de constructores es una quimera, digámoslo ya, pues su lucha será por el tercer puesto. Y la de Fernando Alonso, por la del 5º puesto del Mundial de pilotos. Vettel ya acecha peligrosamente. Un año para olvidar. Un año para reestructurarse con cimientos sólidos, hacer buenos movimientos en el mercado de técnicos (sino en el de pilotos también), y empezar a enfocar los objetivos para 2015. Así de cruda es la realidad en Maranello. Si no lo quieren ver, 2015 puede ser otro año perdido. Hay que centrarse ya en el coche y en la estructura organizativa del futuro. Y a partir de ahí, como ya hemos dicho otras veces, esperar un mínimo de tres años para volver a estar en cabeza con solidez, y no por un año afortunado, cosa, por otra parte, muy tradicional en Ferrari.

Así que Gilles Villeneuve. El circuito. El legendario piloto. Quizás es que en cada centímetro del asfalto canadiense, el espíritu del recordado piloto pone toda su valentía y su afán en ver (y ofrecer) una buena carrera, siguiendo uno de sus épicos lemas: “si no lo damos todo, no ofreceremos un buen espectáculo. Y el público merece un gran espectáculo”.

Gracias, Circuit Gilles Villeneuve. Que no nos faltes nunca.

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