MÓNACO: EL TEATRO DEL AUTOMOVILISMO.
Este fin de semana llega una de las carreras más esperadas de la temporada, el Gran Premio de Mónaco, que se disputa en el circuito urbano de Montecarlo. Una cita ineludible en el calendario, y un evento socio-deportivo de primer orden.
EL ORIGEN DE UNA LEYENDA.-
(Cartel del Primer Gran Premio de Mónaco, en el que se observa el trazado del circuito)
Eran las 13:30 del 14 de Abril de 1929. El director de carrera, Charles Faroux, agitó su bandera para dar la salida a los 16 pilotos que pretendían dar las 100 vueltas previstas al circuito. Y así se hizo realidad el sueño de Anthony Noghès, tener un Gran Premio en su ciudad. Era Mónaco. Y se dio inicio a una leyenda.
Y todo fue por puro empecinamiento personal. La Asociación Deportiva Ciclista de Mónaco era una institución fundada en 1890, pero en 1907 se convirtió en la Asociación Deportiva Ciclista y Automovilística de Mónaco. Sin embargo, como el ciclismo cada vez tenía menos adeptos, en 1925, su presidente, Anthony Noghès, desgajó las dos ruedas y se convirtió en el Automóvil Club de Mónaco. El siguiente paso era lograr el reconocimiento de la Asociación Internacional de Clubs Automovilísticos, la remota precursora de la actual FIA. Pero cuando Noghès fue a París a formalizar su inscripción, ésta le fue denegada puesto que “aunque el club celebraba competiciones deportivas [esto es, el Rally de Montecarlo], ninguna se disputaba en los confines de su territorio”.
Espoleado por tal revés, Anthony Noghès tomó un plano de su Principado, y trazó un circuito de 3.180 metros, que iba desde el puerto de La Condamine, al celebérrimo Casino, y volviendo al mar Mediterráneo previo paso por el túnel sobre el que se practicaba el tiro al pichón. Lo reflexionó durante tiempo, pero al enseñárselo al famoso piloto local, Louis Chiron, y éste quedar maravillado por la idea, se dio inicio a los preparativos para el Primer Gran Premio de Mónaco. Su Alteza Real el Principe Pierre mostró su apoyo, y aunque algunos vecinos mostraron su disgusto, especialmente los comerciantes, una pequeña propina por mantener sus negocios cerrados hizo que todos se mostraran conformes.
Pero quien podría haber sido la gran atracción, Louis Chiron, no pudo participar, pues iba a competir en las 500 Millas de Indianápolis (aún hoy coinciden en fecha ambas carreras). Sin embargo, los Bugatti, Alfa Romeo, Maserati, Mercedes y Licorne hicieron las delicias de los espectadores. El Gran Premio lo ganó un piloto que usaba un pseudónimo, W. Williams, en realidad William Charles Frederick Grover, un francés con residencia en Mónaco cuyos padres no aprobaban que compitiera en coches. Además de eso, era un agente secreto que moriría en un campo de concentración nazi.
Pero aquél día, con su Bugatti T35B, sin poder saberlo, se convirtió en el primero de los pilotos que han vencido en una de las pruebas legendarias del automovilismo, junto con Le Mans y la Indy 500. Tardó 3 horas, 56 minutos y 11 segundos, a una media de 80’194 km/h, y una vuelta rápida de 2 minutos y 15 segundos.
EL CIRCUITO.-
El circuito siempre ha sido lento, estrecho, ratonero. Pero también mágico e inspirador. Hermoso. Como si de un decorado de teatro se tratara, durante un fin de semana al año se convierte en el escenario de ensueño en el que los automóviles más sofisticados del planeta compiten para alzarse con un triunfo que, por sí sólo, tiene un plus especial. Ganar en Mónaco es ganar en la leyenda. Y eso que es el circuito más lento del año, con una contínua sucesión de curvas cerradas, con ángulos imposibles, e incluso un túnel. No, Mónaco no es un circuito moderno, y sus carreras suelen ser aburridas dadas las escasas oportunidades de adelantamiento. Y sin embargo, Mónaco es el Gran Premio del año.
El circuito ha evolucionado desde su genésis. Pero en su mayor parte sigue intacto. Puede parecer peligroso, y lo es, pero dadas las bajas velocidades, en realidad no es excesivamente peligroso. Aún así, tiene también su historial de muertes.
El primero fue Norman Linnecar, curiosamente no en una carrera automovilística, sino de motociclismo. Fue el 17 de Mayo de 1948, en la única carrera de motos disputada en el circuito. Al mando de su Norton 500, y en la vuelta 19, llegó a la curva de Santa Devota, tocó un bordillo, y salió despedido contra la barrera, falleciendo días después en el hospital.
En 1952, el legendario piloto Luigi Fagioli chocó su Lancia Aurelia B20 GT a la salida del túnel, con las rocas de la parte derecha de la pista (ese año, y otros, no hubo Gran Premio de monoplazas, sino de coches Sport), y aunque estaba vivo, falleció tres semanas después en el hospital debido a las lesiones internas.
Diez años después, el 2 de Junio de 1962, en una carrera que llamaríamos de soporte, la Fórmula Junior, con monoplazas de pequeña cilindrada, el piloto Dennis Taylor, de 39 años, y que había corrido el GP de Inglaterra de 1959, tuvo un toque con el coche de Denny Hulme, futuro campeón del Mundo de F-1, sus ruedas se tocaron y salió catapultado contra un árbol, falleciendo en el instante.
La más conocida de todas, y la única en Fórmula Uno, fue la de Lorenzo Bandini en 1967, tras un horrible accidente en la última vuelta, mientras rodaba segundo. Tras pasar la chicane, su rueda trasera izquierda tocó la barrera de la chicane, chocó contra una farola y su Ferrari volcó y se incendió, falleciendo tres días después en el hospital.
Pero aún así, el atractivo de Montecarlo sigue siendo inmenso. Los nombres de sus curvas son absoluta leyenda:
-Santa Devota, la primera, porque justo a la izquierda está la Iglesia consagrada a la patrona del Principado. En 1976 adoptó la forma actual, en forma de chicane, porque en el origen era una curva a derechas bastante rápida.
(La subida desde Sta. Devota en una foto de principios de los años 60)
-Massenet, por el compositor francés Jules Massenet (1842-1912), favorito del Príncipe Alberto I de Mónaco (que, como curiosidad, formó parte de la Marina española). Su busto se alza justo a la derecha de la curva, enfrente de la entrada de la Ópera de Mónaco, que comparte edificio con el Casino.
(Massenet en una foto de principios de los años 60).
-Casino, obviamente por el legendario Casino de Montecarlo.
-Mirabeau, que debe su nombre a un antiguo Hotel que estaba en la parte exterior de esta curva a derechas.
(La curva de Mirabeau, en los años 60)
-Grand Hotel, la curva más famosa del Mundial, ese retorcido giro de más de 180 grados, que en un principio era el Virage de la Gare, o curva de la estación, debido a que allí se alzaba la estación de trenes de Montecarlo. Luego, tras su demolición y construcción del Hotel Loews, pasó a denominarse así, por el nombre del Hotel, que luego ha cambiado de nombre a Fairmont, y actualmente Grand Hotel. Pero para el imaginario popular, la curva es la de Loews, nombre que llevó por muchos años.
(La antigua Curva de la Estación, en los 60, y abajo, la actual configuración de la curva)
-Portier, dos curvas, ambas a derechas, que llevan casi al nivel del mar. Famosa por el accidente de Senna en 1988.
(Portier 1 y Portier 2, en los años 60)
-Túnel, otra curva a derechas, donde se alcanzan las mayores velocidades. Al principio era mucho más corto, y como decíamos, encima se encontraba la zona de tiro al pichón. Pero tras construir el Hotel Loews, el túnel se hizo más largo, aunque arriba aún acoge la zona de tiro al plato.
-La Chicane, actualmente Nouvelle Chicane, que en un inicio era un rápido giro izquierda-derecha que llevaba (y lleva) a los coches a ras del puerto. En 1986 se construyó la nueva chicane, gracias a una pequeña ampliación en la zona.
(La bajada tras el túnel hacia la chicane, en los años 60).
-Tabac, el giro a izquierdas que toma el nombre del puesto de venta de tabaco que se encuentra, aún hoy, a la derecha de la curva. En 1973 se modificó el trazado, puesto que originalmente, desde aquí, llevaba a una recta ligeramente curva (donde hoy se ubican los boxes) que desembocaba en una horquilla a derechas llamada Gasòmetre, porque allí cerca había una gasolinera. Sin embargo, en 1973 se introdujo toda la sección de la piscina y La Rascasse.
(Tabac, en los 60)
-Virage Louis Chiron, una rápida chicane izquierda-derecha, modificada en 1997, que es cuando se le dio el nombre, la del legendario piloto local.
-Piscina, otra chicane, esta vez derecha izquierda, que toma el nombre de la piscina pública a la que bordea.
-La Rascasse, por el celebérrimo restaurante-bar desde el que ver la carrera mientras te tomas un aperitivo que te costará una fortuna.
-Anthony Noghès, la última curva del circuito. En un origen, antes de ser la complicada y estrecha sucesión derecha-izquierda que es hoy, era una sencilla curva a derechas, introducida en 1973. En 1976 se creó la chicane actual, que recibió ese nombre tras la muerte en 1978 de Anthony Noghès.
(La antigua salida del Gran Premio de Mónaco, donde hoy se ubica el carril de boxes)
A través de esas curvas, se ha forjado una leyenda. Sí, Mónaco no es el mejor Gran Premio del año, ni el más rápido, ni el que más adelantamientos produce. Y sin embargo, es fascinante poder ver a los mejores pilotos del mundo rozando los muros, volando por calles angostas. La precisión lo es todo, y aquí, al menos, el error se paga caro, no como en los circuitos permanentes. Y eso que a lo largo de los años se han ampliado las escapatorias e incluso alejado las barreras. Pero un fallo en Mónaco es letal, porque o acabas contra el muro, o el piloto que viene detrás verá la oportunidad de intentar adelantarte.
Mónaco es un espectáculo, y como tal hay que afrontarlo. Un teatro en el que se representa una carrera de precisión, velocidad, concentración y paciencia, mientras se celebra el regalo de la vida.
Así pues, que comience el Teatro del Automovilismo.