Gilles Villeneuve: la velocidad pura.
Descubriendo a un genio.
Aquella mañana, en el circuito urbano de Trois Rivières, en Canadá, supo que era su oportunidad de medirse con grandes pilotos. De demostrar su talento venciéndolos. Y no lo hizo mal. Nada mal. Era 1976.
De costado, cruzando su coche en aquél angosto trazado, marcando la vuelta rápida y ganando, Gilles Villeneuve debió sentirse satisfecho. Sí, uno podía escudarse en que el piloto canadiense conocía el trazado, conocía el coche, que todo aquello le daba una ventaja. Pero a un piloto no le sirvieron excusas. Corría en el mismo equipo que Gilles (la Ecurie Canadá), y llevaba el mismo coche y motor (March 76B-Ford BDA, de la Fórmula Atlantic). Ese piloto era James Hunt, que ese año sería campeón del mundo de Fórmula Uno, y uno de los pilotos con más talento natural del momento… y de la historia. Él vio algo más en aquél pequeño canadiense que cruzaba el coche para ir rápido, manteniéndose en la trazada, volando como un rayo. Hunt sólo había podido ser 3º, por detrás de Gilles y de Alan Jones. Pero quedó prendado con la velocidad innata de Villeneuve.
Así que cuando llegó a Europa, se fue a hablar con Teddy Mayer, director por aquél entonces de Mclaren, donde corría Hunt, y se lo dijo claro: “he sido derrotado por un tal Villeneuve. Es realmente extraordinario, y debes contratarle.”
Teddy Mayer tenía otras preocupaciones (como conseguir que Hunt se centrara sólo en las carreras), pero hizo caso a la intuición de su piloto. Así que para el GP de Estados Unidos contactó con Gilles, y a principios de 1977 se firmó un contrato para 5 carreras de Fórmula Uno y algunas de F-2. Pero la oportunidad tardaría en llegar.
Silverstone, 1977: el anticipo.
Aquél 16 de Julio, la verdadera atracción era el debut del primer coche turbo en la F-1, el Renault RS01. Nadie, o muy pocos, repararon en aquél piloto vestido con un mono naranja, que conducía un Mclaren M23 del año anterior, chasis nº8, con los colores del equipo oficial, Marlboro, y el número 40. Era Gilles. Gilles Villeneuve. E iban a recordar su nombre mucho tiempo.
Porque su debut fue prometedor. Su mecánico jefe, Leo Wybrott, recuerda aquél fin de semana: “por los tiempos que marcaba, sabíamos que estaba muy capacitado. Estaba siempre en la zona alta de la clasificación. Tuvo dos o tres trompos, pero estaba aprendiendo. Luego, en la primera sesión de prácticas, tuvo varios trompos a alta velocidad, pero siempre traía el coche de una pieza. Acabó 11º. Aquí fue cuando la gente empezó a estar atenta a su actuación.”
En la sesión de clasificación oficial, Gilles marcó el 9º mejor tiempo, a tan sólo 0’830 segundos del “poleman”, el campeón del mundo James Hunt con su Mclaren M26 de última generación. Wybrott matiza, sin embargo, que “no calificamos más arriba porque no teníamos acceso a los neúmaticos blandos Goodyear”. Si no…
De hecho, Teddy Mayer se interesó por los reglajes que llevaba aquél coche. A los ojos de los equipos, aquello era casi una proeza, pues había superado con holgura al segundo piloto oficial de Mclaren, Jochen Mass, con el coche nuevo.
El día de la carrera fue el preludio del espectáculo que iba a ser Gilles Villeneuve en su trayectoria en F-1. Salió rapidísimo, y se colocó 7º. Y rodaba con comodidad. Hasta que en la vuelta 10 tuvo que entrar en boxes: su coche perdía agua. Wybrott recuerda que “Gilles mostró a Stevie [Bun, uno de los tres miembros del equipo asignado a Villeneuve] la aguja del indicador del agua clavada en la temperatura máxima. Stevie vió toda el agua saliendo por debajo del motor, y estaba listo para decirle que se retirara. Pero yo corrí por el pit-lane, y Gilles, aún en el coche, me mostró la temperatura del agua. Yo miré el indicador de la temperatura del aceite, que era una indicación más fiable. La temperatura del agua no importaba. Así que añadimos agua al motor, cogimos el arrancador, y le dijimos que encendiera el motor.”
Volvió a la carrera 21º, y remontó hasta la decimoprimera posición final, a dos vueltas del ganador, James Hunt. Eso sí, por el camino, y en la vuelta 65 de las 66 que completó, marcó la 5ª mejor vuelta rápida, superando a gente como Niki Lauda, Mario Andretti, o Jochen Mass, y apenas medio segundo peor que la vuelta rápida de carrera firmada por Hunt. La firma Villeneuve había quedado impresa.
Wybrott recuerda que “todos estábamos impresionados con él. Él y Joann [la esposa de Villeneuve] me enviaron una carta una semana después, diciendo que estaba agradecidísimo por la experiencia. Cuando fuera que nos veíamos después, ambos eran muy agradables conmigo y siempre venían a hablar un poco. Era un auténtico caballero.”
Pero Teddy Mayer no le dio más oportunidades en lo que restó de año. Pese al contrato firmado no volvió a pilotar un Mclaren, y Gilles se volvió a Canadá, con la sensación de que la oportunidad en F-1 se esfumaba. De hecho, Walter Wolf, propietario del equipo Wolf Racing, mostró un cierto interés en Villeneuve, pero Mayer negó la posibilidad de romper el contrato. Por alguna extraña razón, le dijo a Gilles que sólo le permitiría irse si era Ferrari quien le llamaba, quizás porque era algo imposible.
Ferrari, Enzo Ferrari.
Era una mañana como otra cualquiera, había pasado un tiempo desde Silverstone, y a sus 27 años, Gilles Villeneuve empezaba a ver cómo el tiempo se le podía estar escapando. De pronto, sonó el teléfono de su caravana, pinchado a la línea de la casa de su padre. Descolgó Joann, y le pasó el teléfono a su marido: “Es para tí, de lejos. Es alguien que habla inglés con un acento extranjero, creo”. Cuando Gilles cogió el teléfono, el interlocutor sólo dijo: “espere un momento, es la Ferrari.” Ennio Mortara, de la dirección de la Scuderia Ferrari, se puso al aparato y le preguntó si era Gilles Villeneuve, y que le hablaba en nombre de Enzo Ferrari. Y lanzó la pregunta:
“¿Estaría interesado en correr para la Ferrari?”.
Lauda pensaba dejar el equipo, y Ferrari buscaba un piloto para la temporada 1978. Enzo Ferrari había oído maravillas de aquél pequeño canadiense llamado Villeneuve, tras haber visto por televisión la carrera de Silverstone. Le recordaba a aquellos pilotos del pasado, valientes, con un punto de locura. Y quería sangre fresca para su equipo.
Mortara le dijo que Enzo quería conocerlo, y que para ello viajara a Milán a fin de conocer al Commendatore. El lunes 29 de Agosto llegó a Milán, y de allí lo llevaron a Maranello. Dicen que lo primero que Enzo le dijo, sin duda motivado por las altas pretensiones económicas de Lauda que llevaron finalmente a su partida, fue: “Bien, joven, ¿cuánto necesitas para estar satisfecho?. ¿Con cuánto te contentarías?.”
Pero estaba el problema del contrato con Mclaren, que acababa en Octubre de 1977 y que guardaba una opción sobre Gilles para 1978. Gilles estaba expectante y nervioso: “desde un punto de vista legal no podía irme de Mclaren hasta acabar el contrato, pero Ferrari no tenía la intención de esperar a que Mclaren me dejase libre. La idea de ir a Ferrari me parecía demasiado, como mirar a una mujer hermosa y saber que nunca podrás tenerla.”
Ferrari invitó a Gilles a Monza, y allí habló con Teddy Mayer, que le volvió a prometer dejarlo ir sólo si Ferrari lo fichaba. Tras el Gran Premio, Gilles fue a Maranello, donde lo esperaba la 312T2 de Lauda para rodar en Fiorano. Allí estaba Enzo, su hijo Piero, el ingeniero Tomaini y Mauro Forghieri, que recuerda:
“Gilles metía demasiado fuego en todo, y cometió muchos errores. Hacía muchos trompos porque iba más allá de los límites del coche. Y luego frenaba tan enérgicamente que paraba casi el monoplaza al entrar en la curva. Usaba de hecho el coche como si fuera un Fórmula 3, cosa normal para un chico que venía de la Fórmula Atlantic. Pero tras aquella primera vez, Gilles quizás fue presa del miedo de no estar preparado para correr a causa de las dificultades que había encontrado en la pista de Fiorano.”
Tras unas modificaciones en el coche, el miércoles siguiente, 21 de Septiembre, vuelve a las pruebas, y obtiene un registro de 1’14’’38. Al acabar el día, Gilles es interceptado por la prensa, y declara: “No sé quién me ha recomendado a Ferrari, quizás Marlboro. En cualquier caso, debo dar las gracias a quien me ha dado esta oportunidad. Tengo que trabajar muy duro. La dirección es ligera y precisa, el motor potente, y el cambio una joya”.
Palabras que a buen seguro encantaron a Enzo Ferrari, orgulloso de sus coches hasta el infinito. Muy diferente a aquélla primera vez de Lauda, que le dijo a la cara que su coche era una porquería. Il Commendatore, que lo veía todo desde la cabina monitorizada del circuito, lo tuvo claro:
“Gilles puede aprender, aquí, con nosotros. Debe trabajar mucho. Se ve por la forma en la que afronta las curvas que sabe lo que hace. Pero no debemos ser impacientes. Hemos visto todo esto en Silverstone, y las cosas que entre otros me han contado Walter Wolf y Chris Amon.”
Amon le había dicho que “Villeneuve tiene un talento natural increíble y un entusiasmo infinito. Por ahora va frecuentemente trompeando, pero es solo cuestión de tiempo para él aprender dónde están sus propios límites. Su control del coche es extraordinario y pienso que es verdaderamente valiente.”
Gilles volvió a Canadá. Le dijeron que le llamarían. Pasaron una, dos semanas. No había contacto. Se puso nervioso, su mujer le dijo que llamara él con la excusa del reembolso de los gastos de viaje. Lo hizo. Y se puso una secretaria, que le dijo que el dinero acababa de ser enviado.
Cinco minutos después, sonó el teléfono. Enzo Ferrari en persona le preguntó:
“¿Estás preparado para firmar con Ferrari?”.
La respuesta dio inicio a una leyenda. La de Gilles Villeneuve y su Ferrari. Se liberó del contrato de Mclaren, y acudió a firmar con la Scuderia. Lauda había abandonado el equipo. La puesta en escena para firmar el contrato no pudo ser más legendaria ni más típica de Ferrari. Lo recuerda el entonces manager de Gilles, Gaston Parent:
“En lugar de pasar por la entrada principal, nos encontramos en una calle lateral que desembocaba en un portón al lado de un muro. Se abrió la puerta y entramos. Nos llevaron a una oficina vieja y polvorienta, llena de vitrinas cubiertas de polvo que contenían trofeos y cosas por el estilo; en la sala sólo había un escritorio, y un par de sillas. Se podía creer que este lugar no se utilizaba mucho. Debía ser una especie de santuario privado.
Nos sentamos y llegó Il Grande Vecchio con Della Casa, su director y funcionario de las cuestiones relativas a los contratos y, para nosotros, el intérprete. Ferrari se expresaba sólo en italiano, a pesar de que era capaz de hablar un maravilloso francés. Estaba sosteniendo nuestras copias de una hoja de papel titulada «acuerdo verbal». Contenía una lista de condiciones y decía que Ferrari tendría que pagar una gran cantidad de dólares a Villeneuve porque corriera con la Scuderia en 1978. Nunca había discutido un contrato en toda mi vida y no sabía qué demonios preguntar. Antes de salir hablé con Walter Wolf a quien yo había dicho que Gilles debía correr teóricamente todas las carreras. Walter me había contestado que McLaren no le daría esta oportunidad y por lo tanto Ferrari tendría que proporcionar un coche de Gran Premio a Gilles. Así que le pedí que se añadiese esta cláusula. Le dije a Ferrari también que Gilles quería ser dueño de su vida. Esta fue mi forma de expresar el hecho de que Gilles debía ser libre en su vida privada.
Ferrari me miró y me preguntó si yo era un abogado. Les dije que no. Entonces preguntó a Gilles si él era un abogado y también Gilles respondió negativamente. En ese momento, Ferrari dijo que estaba de acuerdo. Gilles podría ser dueño de su vida. Pero Della Casa y Ferrari lo interpretaron en el sentido de que Gilles quería ser dueño de todo lo que concierne a sí mismo, como «poseer» su traje de carreras. No lo sabíamos entonces, pero nos dimos cuenta de que esto significaba que Gilles podía vender espacio en su mono, con la restricción del espacio necesario para Marlboro y un par de otros patrocinadores.
«Della Casa escribió todo. Entonces le dije a Ferrari: «Gilles no puede correr si su familia no está con él. Deseo que paguen los gastos necesarios, para que su familia lo pueda seguir en cada carrera.” Dijo Il Grande Vecchio: «No, no quiero tener que lidiar con los niños. Si ocurre un accidente, ya tenemos suficiente para pensar con la mujer, aún sin los niños.» Le pregunté por qué temía que un accidente ocurriese, y él me dio una extraña respuesta: » Cada vez que un piloto parte para correr, lo eliminamos de nuestro libro. Cuando vuelve, es un premio.» Probablemente estaba bromeando. De todos modos, le dije de nuevo que Villeneuve no correría si su familia no estaba con él. Durante el vuelo Gilles me había dicho que quería estar cerca de su familia. Así que le pregunté a Ferrari el pagar los gastos de viaje a su esposa e hijos, 15.000 dólares por año.
Pero entonces, Gilles no estaba sólo entusiasmado con el hecho de firmar un contrato con Ferrari. Estaba literalmente loco de alegría, y estoy seguro de que si Ferrari le hubiera pedido que pagara 50.000 dólares para correr en uno de sus coches, Gilles los habría pagado. Ganar dinero no era su principal motivación. Así que en ese momento estaba sentado frente a mí y me dijo que me callara. Desde el momento en que empecé a negociar con Ferrari, Gilles no había hecho otra cosa que decirme de tomarlo con calma. Estaba muy nervioso, quería cerrar ese contrato. Cuando Il Grande Vecchio se levantó para ir a una habitación contigua, Gilles espetó: «vamos, terminemos con esto, lleguemos a una conclusión», pero le dije que estuviera tranquilo.
Cuando Ferrari volvió, le dije que quería el 50 por ciento del espacio del patrocinio en el coche de Ferrari. Dijo: «Nunca se ha hecho algo como esto», y respondí que era un buen momento para empezar a hacerlo. Al final salimos de allí con 75.000 dólares por año como salario para Gilles, 25 por ciento del espacio para el patrocinio en el coche y todavía 15.000 dólares extra para la familia de Gilles. Aunque no teníamos un contrato. Fue firmado y entregado a las 21:30 de la noche.
Por la mañana nos fuimos a Fiorano y había un grupo de fans que esperaban las pruebas de Ferrari. Gilles subió al coche y acabó directamente en un trompo en una pradera de hierba alta. El alerón delantero del coche cortó la hierba como una cortadora de césped. Pero Gilles se recompuso: puso su coche en la pista y empezó a correr muy fuerte con un coche lleno de hierba, como si nada hubiera pasado. Miré a Ferrari y vi que estaba sonriendo…”
Epílogo
No todo fueron satisfacciones. Fue un proceso largo. Y que empezó con tragedia, cuando en el Gran Premio de Japón de 1977, el segundo con la Scuderia, Gilles tuvo un accidente con Peterson, voló y cayó en una zona con gente, matando a dos personas. Hay que decir que la zona no estaba permitida para el público. Ronnie dijo que “ese chico es un peligro público”.
Arreciaron críticas durante la temporada 1978. Gilles daba una carrera decente y luego mil incidentes. La prensa pidió su marcha. Ferrari aguantó el temporal. Amaba a Gilles como a un hijo, era la reencarnación de aquellos pilotos de la antigüedad, y especialmente, lo veía la reencarnación de su querido Tazio Nuvolari.
Pero se asentó. Mejoró. Aprendió. Y llegaron las victorias, la primera en Canadá 1978. Y más en 1979, y aquél duelo en Dijon contra Arnoux que hizo vibrar al público. Enzo sólo pudo decir: “Creo que Ferrari tiene un gran piloto”.
Gilles fue el último piloto natural, el último que era rápido en todas las circunstancias, que corría con el corazón siempre. Que nunca se daba por vencido pasara lo que pasara. Y sobre todo, era un hombre encantador, sonriente, afable. Siempre sincero, casi inocente.
Su leyenda es la de la velocidad. No ganó mucho. No se hizo con el título. Pero Gilles Villeneuve fue, es y será recordado como el piloto por antonomasia. El que corre sin más. Sin importarle el resultado. Sólo por ser más rápido que nadie.
Frases de Gilles, y sobre Gilles.
Gilles:
-“Si alguien me hubiese dicho que pidiera tres deseos, el primero hubiera sido ser corredor, el segundo correr en Fórmula Uno, y el tercero ser piloto de Ferrari.”
-“Corro para ser el primero incluso cuando no puedo ganar. Me gusta competir lo mismo, por el sólo hecho de competir. Este es mi trabajo, y nada puede pararme. Si no pensara así, no podría ser piloto.”
-“Mientras mi coche funcione, lo conduciré. Adoro correr al límite, sea primero o último.”
-“Antes de acabar mi carrera, seré capaz de escribir mi nombre en los registros mundiales, pero si esto no ocurre, no me importa. Corro porque me gusta.”
-“Se lo que puedo y lo que no puedo hacer. Lo admito, soy un poco loco con los coches, pero esa es mi forma de ser. Adoro conducir mi coche de carreras al límite; cuando conduzco dos segundos más lentos porque estoy liderando, me aburro.”
-“Amo y respeto a los aficionados porque las carreras existen gracias a ellos. Esta es la razón por la que uno debe siempre dar lo mejor de sí mismo, para ofrecerles un buen espectáculo.”
–“Intenté romper sus diferenciales. No lo conseguí. Gracias”. (Nota a Enzo Ferrari tras ganar en España 1981).
Sobre Gilles:
-«No lo vamos a olvidar, ya que estamos hablando de una herida que nunca sanará del todo .Nadie puede llenar el vacío que dejó». (Patrick Tambay).
-“Me gusta pensar que Ferrari puede construir tanto pilotos como también coches. Algunos dicen que Gilles está loco. Pero yo digo: dejémosle probar.” (Enzo Ferrari).
–«Enseguida me di cuenta de que era uno de los especiales; se metió en uno de los coches de carreras de la escuela y se dispuso a ir más rápido que cualquiera que hubiéramos visto antes.» (El instructor jefe de la “Jim Russell Race Driving School”, sobre el alumno Gilles Villeneuve en 1973).
-«Si esta carrera la hubiera hecho Jim Clark todos estaríais exultantes. Al menos podrías aplaudir a Villeneuve«. (Mauro Forghieri tras la carrera de Zolder, GP de Bélgica de 1979, cuando Gilles, 23º en la segunda vuelta tras un toque con Regazzoni que le obligó a entrar en boxes, llegó a remontar hasta la 3ª posición, quedándose sin gasolina en la última vuelta, y acabando 7º, en clara referencia a la carrera de Clark en Monza, 1967).
-«Gilles fue el último gran piloto. El resto de nosotros somos sólo un montón de buenos profesionales». (Alain Prost, 1982).
-“Gilles fue el piloto más rápido de la historia del mundo de las carreras. Pero para mí, vale más el hecho de que fuera una de las personas más auténticas que he conocido. Mi preocupación era mantenerme vivo, pero Gilles tenía que ser más rápido a cada vuelta. Incluso en los tests”. (Jody Scheckter, en el funeral de Villeneuve).
–“Gilles Villeneuve era alguien a quien tomé un gran afecto. Me gustaba todo de él… Era el diablo más loco con el que jamás me he topado en F1. Era el piloto perfecto que sabía dónde cobrar ventaja y cuando… tenía el mejor talento de todos nosotros. No importaba en que coche lo pusieras, era siempre rápido”. (Niki Lauda).
–“Sé que ningún ser humano puede hacer milagros. Nadie tiene facultades mágicas, pero Gilles te lo hacía creer. Así de rápido era”. (Jacques Laffitte).
–“Sin ninguna duda Gilles era anormalmente osado. Correr contra él era correr contra el peor de los bastardos, pero era absolutamente limpio. Era un piloto enorme”. (Keke Rosberg).
–“Lo adelanté, y en cuanto me coloqué en cabeza me labré una cómoda ventaja. Pero a la que me relajaba una fracción de segundo allí estaba otra vez esa horrible caja roja en mis retrovisores. Villeneuve era tan increíble como eso – quiero decir que nunca se rendía. Era el mejor piloto contra el que jamás he corrido, y disfruté realmente de mis duelos con él más que con ningún otro piloto porque con él sabía siempre donde estaba el límite. Él nunca pilotaba para sacarte ni nada de todo ese rollo.” (Alan Jones).
–“El duelo con Gilles es algo que nunca olvidaré, mi más preciado “souvenir” de las carreras. Sólo puedes correr de esa manera con alguien en quien confíes plenamente, y no conoces mucha gente así. Me ganó, sí, y en Francia, pero no me preocupó en absoluto. Supe que había sido batido por el mejor piloto del mundo”. (René Arnoux, tras el duelo de Dijon 1979).
–“Cuando me uní a Ferrari todo el equipo era fiel seguidor de Gilles. Quiero decir que él no era simplemente el primer piloto, era mucho más que eso. Tenía una pequeña familia allí… él me hizo encajar perfectamente allí y me sentí en seguida como en casa y Gilles no hizo ningún desprecio. Yo esperaba ser puesto en mi sitio, no era el nº 1. Era el nº 2. Él me trato como un igual siempre”. (Didier Pironi).
–“Conmigo y mis contrincantes la batalla es por la pole position, eso es lo realmente importante, pero con Gilles pelearás por todo, incluso por la décima plaza”. (Alain Prost).
-“Permanecerá como miembro de la familia de los auténticos grandes pilotos de la historia del automovilismo. El Sr. Enzo Ferrari, que es una autoridad en la materia, ha comparado a Villeneuve con Tazio Nuvolari. Nuvolari, en mi época de chaval era el gran ídolo. Todos los pilotos querían parecerse al gran Tazio Nuvolari. Luchaban por batirle, pero tan sólo podían imitarle. Ser comparado con Nuvolari es recibir el mayor de los elogios. Villeneuve no corría para finalizar, no corría por los puntos. Corría para ganar. A pesar de ser pequeño en estatura, era un gigante”. (Juan Manuel Fangio).
-“El control que tenía sobre el auto era extraordinario, mayor al de muchos conductores talentosos contra quienes competía en los últimos años. Condujo un auto de Grand Prix al límite máximo de su habilidad”. (Jackie Stewart).
-“Ese coche, el original Ferrari 126C turbo tenía literalmente un 25% de potencia menos que el Williams o el Brabham. Tenía una cierta ventaja sobre los Cosworth, es cierto, pero aun así tenía una gran falta de aceleración. En términos de habilidad para dominar el coche creo que Gilles estaba en un plano diferente del de los otros pilotos. Ganar esas carreras (Mónaco y Jarama’81) – en circuitos estrechos – está fuera de este mundo. Sé lo malo que era ese coche. Era un tipo extremadamente simple, no se comprometía con alianzas políticas, un tipo sin demasiadas vueltas. Era total y completamente honesto. Si estaba probando un auto, y el auto era una porquería, venia y decía “Mire, el auto es una basura. No me importa, no me malinterprete, lo conduciré todo el día y disfrutare de cada minuto, pero siento que debo decirle que el auto es una porquería”. El “Viejo” (Enzo Ferrari) lo amaba por eso.” (Harvey Postlethwaite, diseñador de Ferrari).
–“Sólo he conocido un piloto en todo el mundo que tuviera el control del coche que tiene Villeneuve, alguien que siempre supo dónde se encontraba en el coche en cualquier circunstancia. Ese chico fue Jimmy Clark”. (Chris Amon).
–“El más temerario de todo este grupo fue el as canadiense Gilles Villeneuve. Cuando nos conocimos, me expresó su deseo de no llegar nunca a necesitarme profesionalmente. Recordaba estas palabras aquél día de 1.982, en Zolder, cuando me dirigía hacia el lugar de su trágico accidente en los últimos instantes de los entrenos clasificatorios. Una vez, tuve la mala suerte de encontrármelo en la entrada del hotel en Sao Paulo y de que se ofreciera a llevarme hasta Interlagos. Su mujer estaba con él, así que cuando llegamos al coche que había alquilado me fui a sentar en el asiento trasero, pero ella insistió en que me sentara delante. Gilles, en un coche de calle, era aterrador, y cuando me giré para hablar con su mujer no la vi, se había ido escurriendo hasta el suelo. Me dijo que eso era normal en ella y pronto descubrí el por qué”. (Profesor Sid Watkins, médico de la Fórmula Uno).
–“El destino nos privó de un gran campeón, alguien a quien quería mucho. Mi pasado está marcado por el dolor y tristes recuerdos: mi padre, mi madre, mi hermano, mi hijo. Miro hacia atrás y veo a los seres queridos, y entre ellos veo a este gran hombre: Gilles Villeneuve.” (Enzo Ferrari).
Post scriptum.
Gilles debió ser campeón del mundo. De hecho Ferrari ganó el título de constructores en 1982, y el año siguiente (1983), demostrando tener el mejor coche. Villeneuve podría tener tranquilamente un par de mundiales. Pero no los tiene. Sin embargo es el campeón de la afición, un piloto legendario que siempre iba en el filo, al límite. Su palmarés no le hace justicia: 68 Grandes Premios, 6 victorias, 2 poles, 8 vueltas rápidas y 13 podios. Pero Gilles es el piloto Ferrari por antonomasia, veloz, temerario…y enamorado de los coches que pilotaba.
Gilles Villeneuve fue un huracán. Igual de rápido. Igual de breve. Aquél 8 de Mayo de 1982, la velocidad pura nos fue arrebatada.
Salut, Gilles.
Cuando leo estas entradas siempre me emocionan ,gracias y bienvenido a mi blog:
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