G.P. Malasia 2014: 56 vueltas hacia ningún lugar.
¡Qué difícil es dar una opinión sobre una carrera cuando lo que has visto no ha sido una carrera!.
El resumen es rápido: Hamilton ha dominado a placer (primer Grand Chelem –pole, victoria, vuelta rápida y toda la carrera líder- para el británico), incluso sin exprimir el potencial de su Mercedes (levantaba en varias curvas que se hacen a fondo). Porque por detrás venía su compañero de equipo, Nico Rosberg,que no le ha inquietado en ningún momento, y que ha cuajado una carrera sólida para consolidar su liderato. El coche es excelente mecánicamente, y muy bueno aerodinámicamente.
Tercero Sebastian Vettel, que ha tenido que adelantar en pista a su compañero, Ricciardo. Carrera de vuelta para el alemán, que tiene el mejor coche en cuanto a aerodinámica, pero le cojea un poco el motor. Ha presionado en algún momento a Rosberg, pero nunca de forma seria. Sin duda, Red Bull ha solucionado los problemas, y es el segundo mejor coche de la parrilla. Lástima por Ricciardo, que estaba haciendo una buena carrera, pero se ha visto obligado al abandono.
Cuarto un Fernando Alonso que sigue luchando contra todo. Incluso contra sí mismo, me atrevo a decir, a fuerza de sacar ánimo donde todo podría ser desencanto. Carrera apagada, eso sí, en la línea del Gran Premio. Con el material que tiene, estar tercero de la clasificación dice mucho, más aún cuando su compañero, Raikkonen (que hoy no ha podido puntuar ), se está quedando algo descolgado.
Más que curioso lo de Williams. Repetir a Felipe Massa las mismas exactas palabras que Rob Smedley pronunciara en aquél famoso Gran Premio de Alemania de 2010, no es el mejor modo de trabajar la psicología de un piloto. Bottas era más rápido, eso es innegable. Pero no ha podido con Felipe. Así que, en aras de un deporte más competitivo, me alegro de que Felipe haya dado un golpe en la mesa y no haya aceptado esa órden. Por otro lado, en la segunda carrera del año, Williams ya empieza a desdibujarse, lo que puede ir a más en cuanto las evoluciones sean imparables. Una pena: el coche tiene una base muy sólida.
Del resto, destacar a Magnussen y a Kvyat. Segundo Gran Premio, segunda vez en los puntos para ambos, aunque menos llamativo para el danés que en Australia. Pero muy meritorio.
Pero la carrera no ha dejado nada destacable, en realidad. Una sucesión de coches, separados entre sí. Una pequeña lucha aquí o allá, puntual, sin verdadera emoción. Un aburrimiento profundo. Uno, por momentos, esperaba que apareciera un Villeneuve, un Mansell, un Alesi, y revolucionaran la carrera luchando por el 10º puesto (por ejemplo), derrapando, buscando un hueco, trazando diferente, apurando hasta el límite. Pero eso nunca iba a ocurrir en esta F-1 de pilotos anodinos, de trazadas de scalextric, de conservadurismos, de coches frágiles y que no permiten la pelea, y que ni siquiera suenan a velocidad.
No. Aquello se acabó hace mucho. Hubo coletazos, ha habido años buenos, carreras buenas. Pero ha sido una lenta degradación hasta llegar a esto, que ha sido la F-1 que han querido instaurar. La misma contra la que los órganos dirigentes quisieron luchar. Intentaron crear emoción ficticia, y lo consiguieron. Pero hasta eso se han cargado con el último giro de tuerca. Ya nada emociona. Todo es previsible. Esta F-1 “verde” ha caído en el error de abandonar la competición en busca de no se sabe muy bien qué. Si es lo que pretendían, lo han hecho de maravilla. Pero la afición se resiente, se retuerce en su asiento (en el circuito o en casa) mirando coches dando vueltas (esa odiosa frase que uno, personalmente, siempre tuvo que rebatir), ansiosa por una brizna de emoción, deseosa de un momento que les haga erizar la piel y gritar de puro entusiasmo. Por una frenada loca. Por un cambio de trazada inesperado. Por una lucha por la 15ª posición.
Pero nada. No ha habido nada. Algún adelantamiento con DRS y ERS, inventos artificiales para fomentar el adelantamiento en las rectas, ya no en las curvas, donde los pilotos se jugaban la posición. Pilotos que son más neutros y previsibles que nunca. No falta el talento. Falta aquél espíritu que convirtió a pilotos como Alesi (cito al último, para mí, de ellos) que con una sola victoria han pasado a la historia y nunca serán olvidados.
Insisto. Los pilotos no son el factor. A ellos seguro que les sobra el instinto “asesino”, y si hubieran corrido en otra época, lo veríamos a buen seguro. Pero ya no pueden sacarlo a relucir más que en momentos puntuales y muy contados. No ha sido hoy. Quizás la lluvia hubiera animado este Gran Premio, pero hasta ella, harta de ver cómo paran las carreras con sus primeras gotas, parece haber renunciado a la Fórmula Uno.
Siguiente parada, Bahrein…