Almacén F-1

Presente, pasado y futuro del deporte del motor

G.P. AUSTRALIA 2014: LA NUEVA GP1

“Gran Farsa”. Con este acertadísimo calificativo han titulado los periódicos australianos su visión de la carrera celebrada en Melbourne. Y no sólo por la descalificación tras la carrera del piloto local, sino que esas palabras se pueden extender a todo el Gran Premio.

Pero vayamos por partes.

LA CARRERA.-

Hay poco que analizar al respecto de la carrera en sí. La salida fue el momento más emocionante de la tarde (mañana en España), con un Rosberg que salió como un rayo, un Hamilton que se quedaba retrasado, un Magnussen que en un movimiento extraño casi pierde el control del coche (pero mantuvo el pie a fondo, seña de identidad de los valientes), y un Kamui Kobayashi que en su vuelta a la competición sufría un fallo en los frenos traseros, llevándose por delante las aspiraciones de Felipe Massa, que tuvo que abandonar tras la embestida del japonés.

A partir de ahí, empezaron los problemas, y por un momento cundió el pánico en el paddock: Lewis Hamilton acusaba problemas y tuvo que abandonar. Poco después Vettel abandonaba con problemas de motor (había perdido el funcionamiento de dos cilindros), lo que eran dos bajas sonadas. Pero la fiabilidad no dio más problemas serios, o no tan trágicos como se podía prever, pese a que abandonaron 7 competidores, una cifra alta comparada con años anteriores.

La carrera fue una procesión, tan sólo sazonada por un Bottas que, a bordo de su Williams-Mercedes, remontó tras haber cometido un sonado error y perder un neumático. Pero en cabeza nada se movió. Rosberg se fue yendo a placer, recordando a Red Bull el año pasado. Su vuelta rápida fue en la 19, y se mantuvo como el giro más rápido, prueba del potencial del coche. Ricciardo, a bordo de su Red Bull, hizo una carrera fantástica, demostrando que el equipo austríaco tiene una capacidad de reacción encomiable, pues aunque el coche no está a la altura de Mercedes, es muy competitivo. Por detrás, un sorprendente Kevin Magnussen, que en su primer Gran Premio derrochó talento, velocidad y serenidad. Así acabó el Gran Premio, y sólo la sanción posterior hizo de Magnussen el mejor debutante desde Jacques Villeneuve en 1996. Jenson Button acabó 3º, por lo tanto, haciendo uso de su excepcional inteligencia para entrar a boxes justo cuando salió el Safety Car. Es un gran lector de las carreras, y tomó la decisión correcta por milésimas de segundo. Brillante Button desde la 10ª posición de salida. En cualquier caso, y tal y como apuntamos en la anterior entrada, los Mclaren tienen ritmo. Han estado tapados en los test, sin despuntar. Pero están en cabeza (de hecho, son líderes del Campeonato de Constructores).

Alonso fue 4º. Pero fue una carrera totalmente anodina. No pudo hacer nada, ni adelantar, ni presionar con la intensidad a que nos tiene acostumbrados. Fue como un pivote: la carrera ocurrió a su alrededor, avanzaban (como Button) o se retrasaban (como Hulkenberg o Bottas). Pero no hizo nada que no fuera vagar por la pista. El Ferrari no es un coche de punta. Hay mucho que mejorar todavía. Veremos si lo consiguen.

Por detrás, hay que destacar a Daniil Kvyat, que debutaba a bordo de su Toro Rosso proveniente de la GP3. Pues bien, el joven ruso ha roto el record de piloto más joven en puntuar en un Gran Premio, en posesión hasta ahora de Vettel, al acabar en una fantástica 8ª posición final. Fue rápido, consistente, y demostró que tiene el talento necesario para estar en la Fórmula Uno.

De hecho, hay que agradecer tanto a Mclaren como a Toro Rosso (Red Bull) la traída de esta savia nueva al Gran Circo. Tanto Magnussen como Kvyat son talentos precoces, pero asentados, y que están por méritos más que propios en el campeonato.

Al acabar la carrera vinieron los despachos a modificar los resultados. Puede entenderse que se descalifique a un piloto y/o equipo por no cumplir las normas, que son iguales para todos, pero es un peligro jugar con estas cosas, y más cuando el motivo es haber superado puntualmente el consumo máximo permitido de 100 litros. Porque ayer el público australiano vibró y se emocionó con su piloto y su carrera, pero al acabar todo resultó mentira. La desilusión en el aficionado puede ser muy grande, y es peligroso jugar con la afición y sus emociones, más aún cuando la Fórmula Uno ya no es el mayor espectáculo del mundo del motor.

Así pues, por una vez los test invernales no han mentido, y se puede ver que Mercedes está muy fuerte, a gran distancia de sus inmediatos seguidores. Williams tiene un gran ritmo también, pero veremos cómo evoluciona. Red Bull, pese a los problemas que sigue arrastrando, ha sabido rehacerse, y estará en la lucha. A Ferrari los cambios le sientan fatal, y aunque no está en la cola de la parrilla, tampoco está arriba del todo (está a la altura, ahora mismo, de Force India). Y que Mclaren ha vuelto tras su desastroso año 2013. Una jerarquía aproximada sería Mercedes, Williams, Mclaren, Red Bull, Force India, Ferrari.

LA NUEVA GP1

Con toda la acidez posible, no se nos ocurre otro modo de llamar a esta nueva F-1. Porque los coches son lentos en comparación con otros años, son silenciosos como nunca, y no aportan el espectáculo por el que millones de personas pagan una entrada o se levantan a horas intempestivas.

Para empezar, la carrera fue una procesión de coches. No pasó nada. No hubo ninguna lucha emocionante. Como decíamos, sólo Bottas puso salsa en la carrera, pero motivado por un error del piloto, que al verse muy retrasado y tener mejor coche, tuvo que remontar forzosamente. Si no, hubiera sido un desfile.

¿A qué se debe esto?. Las nuevas unidades de potencia, el límite de consumo de combustible, la fragilidad de los componentes (y la limitación de 5 unidades en todo el año), han hecho que esta Fórmula Uno sea la más triste que se ha visto nunca. No fue un espectáculo lo que se vio ayer. Cosas como los 33 segundos de ERS hacen que ya no haya ese extra de potencia puntual que podía permitir el adelantamiento, por ejemplo. El límite de combustible hace que los pilotos tengan que pensar más en no quedarse sin gasolina que en apretar al máximo en cada curva, debiendo vigilar además el consumo parcial en cada momento (¿no sería más fácil e interesante el cargar de combustible el coche y que cada piloto se las arregle, como en la anterior época del turbo?).

¿Qué reporta todo esto?. Las carreras (salvo la nueva Fórmula E o las de energía solar) nunca van a ser ecológicas. El afán por contentar a todo el mundo ha destruido la esencia de este deporte: la excelencia tecnológica, la libertad, el ir siempre más rápido. Porque no nos engañemos: la tecnología que se usa en los monoplazas proviene de los coches de calle, o de otras categorías automovilísticas (como Le Mans), pero no es la F-1 la que innova. Y con el añadido del problema de fiabilidad, porque los coches son frágiles, lo que hace que los pilotos tengan que tener mucho cuidado con cómo tratan las mecánicas. Sin duda ayer hubo mucho miedo en la parrilla.

Luego está el sonido de los monoplazas. Es absolutamente inaceptable que un Fórmula Uno suene menos que un GP2 o un World Series, y sólo un poco más fuerte que un GP3. Es cierto que en contrapartida ganamos un nuevo repertorio de sonidos, como los neumáticos derrapando, o los roces contra el muro, pero no compensan. La F-1, en el imaginario popular, es un motor atronando todo a su alrededor desde que se enciende, y aullando metálicamente a gran volumen a través de una recta. Ahora los coches no son lentos (aunque sí más lentos que el año pasado), pero el sonido que emiten no da respuesta a la sensación de velocidad. Son muchas las voces autorizadas que se alzan contra esta ausencia de sonido de competición. Cierto que en Le Mans ya tenemos un sonido así, o incluso menor, pero es otra categoría que ha seguido otros caminos. La F-1 es –y debería seguir siendo- un motor Ferrari V12, un Matra V12, un Cosworth V8. O al menos los recientes V10 y V8 (en Australia hizo las delicias del público un Minardi biplaza que daba vueltas a algunos Vips con su atronador motor V10 de 3 litros). Da miedo pensar que la idea original de esta temporada era un motor de 4 cilindros, que al final se cambió por el V6.

La Fórmula Uno, por lo tanto, no ha ofrecido un buen espectáculo este fin de semana. Si no se ofrece un buen espectáculo, los aficionados se resienten, se pierde el interés. Si, siempre habrá afición, y sí, la gente se acostumbra a todo. Pero no es esto lo que desea.

Por eso esta F-1 debería pasar a denominarse GP1. Porque la Fórmula Uno ha ido siguiendo el camino de su autodestrucción, convirtiéndola en algo demasiado controlado, demasiado estandarizado, demasiado insípido. La Fórmula uno ha llegado al punto de perder absolutamente su alma.

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