Stirling Moss: por un punto en 1958.
Hoy, 17 de Septiembre de 2013, Stirling Moss cumple nada menos que 84 años. Auténtico caballero de las carreras, fue hasta cuatro veces subcampeón del Mundo de Fórmula Uno, y sin duda es uno de los pilotos con mejores resultados que jamás ganó un campeonato. Por ello se le suele reconocer con el nombre del «Campeón sin corona».
Desde luego, el tener que enfrentarse con Juan Manuel Fangio, incluso compartiendo equipo (Mercedes) con él, hizo mella en su palmarés… y en el de todos los que compartieron pista con el argentino. Estuvo a sólo tres puntos de arrebatarle el título a Fangio en 1956, pero la temporada en la que más posibilidades tuvo de ganar el Mundial y más cerca estuvo de ello fue en 1958.
Fangio, que en 1957 había obtenido su 5º campeonato, decidió en el Gran Premio de Reims de 1958 abandonar la competición definitivamente. Eso dejaba un vacío evidente de liderazgo en la Fórmula Uno, pues se retiraba el piloto de referencia. Moss era el mejor posicionado para sucederle, pues había sido ya tres veces subcampeón y además había estado bajo la tutela directa de Fangio. Así, la temporada de 1958 constaba de 10 pruebas (11 si incluimos las 500 millas de Indianápolis, que computaban para el Mundial de Fórmula 1 en aquellos años), de las cuales sólo se podían contabilizar las 6 mejores para el cómputo del campeonato, y con un reparto de puntos como sigue: 8-6-4-3-2 para los cinco primeros clasificados, más 1 punto para el autor de la vuelta rápida.
1958 fue, sin embargo, una temporada trágica. Luigi Musso, piloto de Ferrari, fallecía 6 de Julio en el Gran Premio de Francia, en el circuito de Reims, al accidentarse mientras perseguía al líder de la carrera, su compañero Mike Hawthorn, a la postre vencedor de la carrera (su única victoria del año). Dos carreras después, en el Gran Premio de Alemania, Peter Collins, también piloto de Ferrari, fallecía por las lesiones causadas al estrellarse contra un árbol tras salirse de la pista.
Al llegar a la última prueba del campeonato, el Gran Premio de Marruecos en el circuito de Ain Diab, el título sólo podía ser para Mike Hawthorn, con Ferrari, o para Stirling Moss, con Vanwall, si bien el primero partía con una importante ventaja, ya que Moss necesitaba ganar y hacer la vuelta rápida (9 puntos) y que Hawthorn fuera 3º o peor, para así enjugar la diferencia que le llevaba, contando ya con el descuento de los peores resultados. Pero Hawthorn y su Ferrari, pese a haber ganado tan sólo un Gran Premio en la temporada (Francia), se habían mostrado tremendamente regulares: puntuó en todas las carreras menos Indianápolis (no participó) y Alemania. Por contra, Moss se mostraba más irregular: 4 abandonos hasta la fecha, 5 con la no participación en las 500 millas; por contra, contabilizaba tres victorias.
El circuito de Ain Diab era de nueva factura. Para ganar notoriedad internacional dada su recién estrenada autonomía, Marruecos decidió celebrar un Gran Premio. Ya en 1957 se disputó una prueba no puntuable, y ahora en 1958 se iba a disputar el primer y único Gran Premio de Marruecos en el veloz circuito ideado por las carreteras a las afueras de Casablanca, de 7’618 metros.
En los entrenamientos, Hawthorn hizo la pole con sólo una décima de ventaja sobre Moss, que partía segundo. Más lejos quedaron Stuart Lewis Evans (Vanwall), Jean Bhera (BRM), y Phil Hill (Ferrari). El soleado día de la carrera, Moss hace una salida perfecta y sale lanzado en primera posición, mientras que Phil Hill, que salía 5º, se coloca segundo, seguido por su compañero Hawthorn. Pero Hill, que ataca a Moss, comete un error y se sale de pista, cayendo a 4º lugar. Pronto se recupera, y al llegar a Hawthorn, éste le indica que vaya tras Moss para tratar de meterle algo de presión. Las estrategias de equipo están claras: los Ferrari deben presionar a Moss para forzarle un error o fallo mecánico, y los Vanwall a Hawthorn para retrasarlo más allá de la 3ª posición. El título mundial está en juego.
Y ambas parecen funcionar: la presión de Hill se hace notar, y al ir Moss a doblar a Wolfgang Seidel (Maserati) choca contra la parte trasera, dañando la delantera de su Vanwall, sin más aparentes consecuencias; en la vuelta 19, Brooks adelanta a Hawthorn, que baja a 4º, mientras Moss sigue líder. En ese momento el título era de Moss. Es una lucha estratégica a plena velocidad. Moss hace vuelta rápida tras vuelta rápida, sabedor de que necesita los 9 puntos.
Pero entonces, un giro inesperado: Brooks rompe el motor de su Vanwall, abandona y cede la tercera posición de nuevo a Hawthorn. En ese frenesí, y forzando su coche para tratar de llegar a la altura de Hawthorn y así ayudar a su compañero Moss, Stuart Lewis Evans rompe su motor en la vuelta 41 de manera espectacular, siendo rescatado el piloto con quemaduras en el 75% de su cuerpo. Seis días después, tras haber sido llevado a Inglaterra, Stuart Lewis Evans fallecería a causa de las quemaduras sufridas.
Moss se quedaba sólo. Su ritmo era inalcanzable, pero necesitaba la ayuda de sus compañeros o de la suerte. Ambas le fueron esquivas, y ya desde la vuelta 39 Hawthorn rodaba 2º, con el estadounidense Phil Hill guardándole las espaldas.
Moss completa las 53 vueltas. A 1’24»7s. entra Hawthorn, y tras él, a menos de un segundo, Phil Hill. Con el descuento de resultados, Hawthorn suma 42 puntos y Moss 41. Como consuelo, Vanwall vence el primer título de constructores, instaurado precisamente ese año. Lo aceptó con la elegancia que siempre le ha caracterizado.
Elegancia que demostró dos grandes premios antes, en el Gran Premio de Portugal. Allí Moss ganó, y Hawthorn fue segundo, marcando además la vuelta rápida. Sin embargo, en la última vuelta de esa carrera, Mike Hawthorn realizó un trompo y se le paró el coche. Para arrancarlo, tuvo que ir en contra dirección por el circuito, y una vez puesto en marcha, reintegrarse a la carrera. Moss lo vio. Pudo haber reclamado, pues estaba prohibido ir en contra dirección, y hubieran descalificado a su compatriota. Pero no lo hizo. Eso le hubiera dado, a la postre, el título mundial. Sin embargo, a aquellos caballeros del deporte no les interesaban los despachos, y menos un título ganado así.
Todo lo contrario. Al bajar de su coche en Marruecos, se fue a buscar a Hawthorn, le estrechó la mano, y le felicitó diciéndole: «Así que lo has conseguido, viejo fulano».
Podrían ser cuatro títulos mundiales. Al menos uno. Pero la leyenda de Stirling Moss no sería más grande por el hecho de ser Campeón del Mundo. Porque siempre fue más importante hacerlo con deportividad y elegancia.